martes, 27 de diciembre de 2016

Estudio Etnohistorico del tabaco en América




Cualquier consideración sobre el uso tradicional del tabaco por parte de la población amerindia ha de llevarnos necesariamente a la figura del shamán como el principal actor, ya que desde tiempos prehistóricos hasta aproximadamente el 1700 DC, el tabaco fue usado principalmente con fines religiosos y prácticas afines como la curación (Cooper 1949:526). En ambas áreas el especialista es el shamán.

Las principales especies utilizadas en la América indígena, Nicotiana rustica y N. tabacum, son híbridos cultivados y representan por lo tanto los productos finales de largos procesos de experimentación. Hay motivos para pensar que el cultivo del tabaco con fines religiosos y curativos, incluyendo el uso para el trance shamánico, se inició por el mismo tiempo que la agricultura forestal tropical en América del Sur, aproximadamente hace seis a ocho mil años; incluso, es posible que verdaderamente haya sido el primer cultígeno como tal en todo el subcontinente.

No es posible saber si los shamanes de las sociedades cazadoras y recolectoras de América del Sur descubrieron y utilizaron otras especies psicotrópicas, de las muchas que hay accesibles, al mismo tiempo o incluso antes que el tabaco. Es posible que antes de la implantación de la horticultura, en la mayoría de los casos se dependiera no de plantas psicotrópicas sino de técnicas endógenas no químicas y características del shamanismo en otros lugares como son el sacudir cascabeles, el batir tambores, el bailar o la privación de los sentidos. Se puede asimismo argumentar con base sólida que el descubrimiento del potencial alucinógeno de diferentes especies, incluso el de varias otras solanáceas distintas de las nicotianas, no se debe a la agricultura, y que los shamanes de los pueblos cazadores-recolectores arcaicos – que como sabemos dependían fuertemente y quizás en mayor grado aún del reino vegetal para su sustento que de la caza de animales – pudieron haber buscado concientemente en su entorno las plantas auxiliares que hasta el día de hoy se usan en muchos lugares de América del Sur (Furst 1976, 1989).

Sea como fuere, hace unos ocho mil años se extinguieron los grandes mamíferos del Pleistoceno que durante miles de años habían sido el sustento alimenticio básico de los pueblos cazadores. Algunos cazadores se volcaron a las zonas costeras y fluviales y se hicieron dependientes a su vez del alimento marino y fluvial, un cambio bastante sutil. Otros se fueron al interior y subsistieron en grado creciente de vegetales silvestres y con el paso del tiempo, de plantas cultivadas. Dado que las llanuras abiertas del sur de América del Sur son mayormente inadecuadas para la agricultura, el cambio de cazador a cultivador significó dejar las tierras bajas despejadas y entrar en la selva tropical amazónica y en zonas aún más remotas. El tabaco estaba sin duda entre las plantas cultivadas tempranamente por los agricultores.

ESPECIES SILVESTRES Y CULTIVADAS DEL GÉNERO NICOTIANA

Las plantas que producen tabaco pertenecen al género Nicotiana de la familia de las solanáceas. De las 64 especies que reconocidamente son parte de este género, 37, es decir el 58 por ciento son originarias de Sudamérica. El resto se encuentra en la región Australo-Pacífica (27 por ciento); América del Norte, incluyendo México (14 por ciento); y África (1 por ciento). Las especies silvestres pertenecen a tres subgéneros morfológica y citogenéticamente determinados. Dos de ellos, N. rustica y N. tabacum, se encuentran sólo en América del Sur. El tercer subgénero, Petunioides (con la excepción de la sección Undulatae), se encuentra en todas las tres grandes regiones del mundo donde existen nicotianas – América del Sur, América del Norte y la zona Australo-Pacífica (recientemente, una especie única ha sido encontrada en África, pero su posición taxonómica permanece incierta).

Para determinar el origen geográfico de la Nicotiana, es significativo que existe una relación directa entre las Petunioides de América del Sur y aquellas de la región Australo-Pacífica. Sin embargo, las especies del subgénero que se encuentran en América del Norte y que también se relacionan estrechamente con las especies de América del Sur, están relacionadas solo a través de éstas con las del Australia y el Pacífico. Esta distribución “apunta hacia América del Sur como el centro de la actual distribución de Nicotiana y, junto con otros datos pertinentes, sugiere que el origen del género está en ese continente con su subsecuente dispersión a América del Norte, a Australia y el Pacífico Sur” (Goodspeed 1954:8) y, debemos añadir, a África (Merxmüller y Buttler 1975). Antes de despertar al espectro de los contactos precolombinos a través del Atlántico y el Pacífico, me apresuro a aclarar que estamos refiriéndonos a procesos de dispersión que ocurrieron no hace miles sino millones de años.

El lugar de origen de muchas nicotianas de América del Sur parece estar en la zona andina. El área de distribución incluye el macizo andino en el sur de Ecuador, Perú, el occidente de Bolivia central y el norte de Chile. Subsecuentemente, las nicotianas silvestres invadieron prácticamente todo el continente al sur del Mato Grosso. Nuevamente, no pueden haber sido los seres humanos el factor de dispersión voluntaria o involuntariamente – del género en su estado silvestre, ya que esto ocurrió en épocas geológicas remotas, en el Cretáceo Medio al Cretáceo Superior y el Plioceno, hace unos 10 a 100 millones de años.



Es posible que la población inicial de las Américas se extienda hacia un pasado de 40.000 años, cuando las primeras bandas nómades de exitosos cazadores y recolectores, persiguiendo las grandes presas del Pleistoceno, migraron del nordeste de Asia, atravesando el Estrecho de Bering hasta lo que hoy es Alaska. Desde Alaska fueron avanzando lentamente hacia el sur siguiendo corredores libres de hielo hacia el oeste y por la costa de Norte América. Quizás hace unos 20.000 años se llegó al continente sudamericano. Fechas de radiocarbono, recientemente obtenidas en un sitio bien preservado en el sur-centro de Chile indican población humana en América del Sur meridional tan tempranamente como hace 13.500 años (Dillehay 1984). Ciertamente, hace unos 11.000 años los descendientes de los tempranos cazadores y recolectores habían penetrado en las tierras bajas de Patagonia, las Pampas, el Gran Chaco y posiblemente el sureste de Brasil – regiones que parecen haber sido más aptas para el estilo de vida paleoindio que los terrenos “cerrados” de la Amazonia.

Las evidencias etnográficas de las sociedades preagrarias históricas sugieren que sus ancestros arcaicos merodeaban en pequeñas bandas, encabezadas por un líder experimentado, que servía como guía político y por un shamán que atendía las necesidades espirituales. Los shamanes de Eurasia y América eran y siguen siendo especialistas religiosos que hacen la mediación entre sus comunidades y el mundo de los espíritus. A través del trance extático se comunican con los poderes sobrenaturales y solicitan la protección y el bienestar para su pueblo. Los shamanes del Paleolítico Superior, hace unos 17.000 años están descritos en las paredes de las cuevas en sitios como Tris Frères, Francia, y en su bien documentado papel de especialistas místicos y técnicos en lo sagrado estaban probablemente presentes en la mayoría de las bandas históricas y prehistóricas de cazadores y horticultores seminómades.

Es significativo en el presente contexto que el lugar de origen ancestral de los cazadores paleoindios del cono sur de América del Sur coincide en términos generales con el lugar originario global del representante silvestre del género Nicotiana, del cual se derivan en última instancia todas las plantas que producen tabaco. Sin embargo, es igualmente notable que aunque rodeados de una gran cantidad de especies de Nicotiana, los cazadores tempranos de las tierras bajas del sur, así como sus descendientes de tiempos históricos, parecen haber desconocido por completo el tabaco.

En efecto, el tabaco usado por la población indígena sudamericana se circunscribe a los horticultores, quienes cultivaban como una docena de especies, principalmente N. rustica y N. tabacum, dispersando estos cultígenos por las Américas. Consecuentemente, al considerar la geografía de las nicotianas sudamericanas, debemos distinguir entre la distribución sin significado cultural de las especies silvestres por todas las tierras bajas del subcontinente y la distribución culturalmente significativa por agentes humanos de las especies cultivadas por toda la región norte de América del Sur y el Caribe.

Debemos insistir aquí en el hecho de que el interés de la gente en la Nicotiana, histórica y prehistóricamente, ha estado motivado exclusivamente por la nicotina, su principal alcaloide. Dado que no todas las nicotianas producen nicotina o tabaco, solo fueron como una docena las que llegaron a ser particularmente favorecidas como cultígenos del tabaco. N. rustica y N. tabacum estaban entre estas especies de alto rendimiento, una circunstancia que explica la predominancia de su diseminación – especialmente la primera – por toda la América indígena. Sin duda, no se conoce ni una sola de las especies silvestres que crecen en Australia, Oceanía o África haya sido cultivada en tiempos anteriores al contacto con los europeos.

Es un hecho bien conocido que ciertas especies de Nicotiana, incluyendo N. rustica, y de otros géneros de la familia de las solanáceas, incluyendo especies de Datura (spp.), tienden a crecer espontáneamente en terrenos perturbados – es decir en los bordes de senderos, huellas y caminos, en campos y especialmente en la tierra revuelta y enriquecida de los lugares de enterramiento. Dada esta última característica, es probable que el tabaco fuera relacionado con los antepasados, de quienes se sostiene en muchos pueblos en América del Sur y del Norte que son los causantes de que crezcan sobre sus tumbas como un regalo especial del mundo espiritual para sus descendientes. De esta manera, también el tabaco llegó a ser una planta sagrada, aunque la principal causa de la fenomenal difusión del tabaco a través de toda la América indígena fue seguramente su utilidad como medio para el éxtasis y los estados alterados de conciencia en los que esos especialistas que lo usaban se comunicaban con los ancestros y con el mundo de los espíritus en general.



Luego, como se ha indicado ya, desde su primer descubrimiento hasta aproximadamente el inicio del siglo XVIII, el uso del tabaco estaba restringido a las prácticas shamánicas del conjuro y la curación. Estaba considerado como la prerrogativa de una minoría de practicantes pero era por lo general objeto de tabú para el común de la gente. Sin embargo, aunque en muchos lugares sigue cumpliendo este papel sagrado como vehículo de éxtasis y alimento para los espíritus, a partir del año 1700 en adelante los informes etnográficos reflejan crecientemente un gradual cambio en el propósito de la práctica del tabaco de lo exclusivamente o predominantemente religioso a lo profano. Hacia esta época, la sociedad occidental, que antes del siglo quince había estado en completa ignorancia hasta de la existencia misma del tabaco y más aún de sus efectos, lo habían adoptado como una droga hedonísta. Además, a medida que los europeos entraban en grado creciente en contacto con los indígenas, también introducían el uso del tabaco (especialmente el fumar) como una costumbre puramente secular que podía ser imitada por cualquier miembro de la comunidad en un comienzo los hombres y luego, gradualmente, también las mujeres. En el posterior proceso de aculturación, los shamanes y sus supuestos religiosos sufrieron una grave pérdida de credibilidad y prestigio, haciendo la adopción generalizada del tabaco como droga de uso secular aún más aceptable.


En la actualidad, los shamanes de muchas sociedades amerindias continúan su práctica tradicional, usando tabaco como una droga psicotrópica significativa, esencial para su arte. Pero el tabaco ya no está restringido a unos pocos practicantes de lo sagrado en cada grupo local. En cambio, se ha vuelto accesible a todos – hombres, mujeres y a menudo niños – con los mismos efectos dañinos sobre la salud de los cuales, los consumidores en Occidente se han vuelto más y más conscientes en los últimos años.

Antecedentes Históricos

Luego de su primer desembarco en las Indias Occidentales el 12 de octubre de 1492, Colón y sus hombres fueron muy pronto introducidos al tabaco y sus usos. Colón recibió, sin entender el motivo, las toscas hojas en señal de amistad entre los nativos y sus hombres. Luego, al encontrarse con un navegante solitario en una canoa cerca de la isla Fernanda, nuevamente observó un acopio de esos vegetales marchitos entre sus escasas provisiones. Sin embargo, siguió ignorante de su uso. Fue solamente varias semanas después, al regreso de una excursión exploratoria a lo largo de la costa de Cuba que dos miembros de su tripulación le informaron que habían sido los primeros europeos en haber presenciado la costumbre de fumar tabaco en forma de cigarros. Pronto los españoles comenzaron a experimentar inhalando el humo del tabaco, ansiosos de experimentar las cualidades estimulantes del tabaco así como sus propiedades analgésicas.


En 1535 el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés publicó el primer volumen de su monumental obra sobre el primer encuentro y primeros décadas de la conquista. En ella se encuentra la más temprana referencia al “tabaco” y a la costumbre de fumarlo.

Referente a los Caquetio de Venezuela septentrional, Oviedo (1851-1855, 2:298-299) comentó sobre las prácticas adivinatorias relacionadas con el uso del tabaco por parte de los shamanes y los métodos usados en el cultivo de la planta. Oviedo (1851-1855, 4:96 [1549]) también comentó sobre el uso ceremonial de cigarros entre los Nicoya de Nicaragua y sabía que a los hombres del capitán Grijalva se les había ofrecido cigarrillos de los mayas en la costa de Yucatán (Robicsek 1978:11). Benzoni (1967[1565]), en sus viajes en 1541-1555, informó sobre los shamanes de la Hispaniola y algunas provincias de América Central, relatando cómo se “envenenaban” con tabaco durante una ceremonia de curación. En el curso de la ceremonia algunos hombres caían al suelo como muertos y quedaban “estupefactos por la mayor parte del día o la noche”. Al retornar a sus sentidos podían contar sobre sus visiones y sus encuentros con los dioses.

A medida que los cronistas en las Indias Occidentales y a lo largo del litoral latinoamericano y caribe entregaban informes sobre la costumbre de fumar el tabaco, otros informaban sobre como se fumaban cigarros en la costa del Brasil. Aquí, en algún momento durante el año 1555, el fraile franciscano André Thevet (1928 [1557]) hizo contacto con los indígenas Tupinamba y los encontró haciendo uso de cigarros para aplacar el hambre y la sed y para las deliberaciones en concejos.

Su informe, así como información similar entregada por el alemán Hans von Staden (1557), fue confirmada en sus partes esenciales varios años más tarde por Jean de Léry (1951 [1578]) quien, además del uso de fumar, presenció una segunda modalidad del tabaco entre los Tupinamba, el soplar ritual del tabaco. Usando una caña de 1.30 a 1.5 metros de largo, los jefes soplaban el humo del tabaco sobre las cabezas y las caras de los bailarines que participaban en una danza guerrera, con la intención de traspasarles el “espíritu y fortaleza” requeridos para derrotar a los enemigos. Las cañas pueden también haber servido a los Tupinamba como pipas tubulares. En todo caso, las pipas curvas son definitivamente una invención de Norte América, ya que en algún momento entre 1535 o 1536, Jacques Cartier (1545) las encontró en uso temprano entre los iroqueses de Hochelaga (Montreal).


Otro método de consumo del tabaco puede haber sido dado a conocer en fecha muy temprana por Oviedo (1851-1855 [1549]) por los Taíno de las Antillas Mayores, quienes supuestamente usaban un tubo bifurcado, “como de un palmo de longitud y menos grueso que el dedo más delgado”, por el cual inhalaban humo de tabaco. Digo que es probable que así haya sido porque un tubo bifurcado de este tipo fue primeramente mencionado por Colón como inhalador de rapé psicotrópico. También, el fraile catalán Ramón Pané, en la primera etnografía escrita (1497) y publicada (1511) sobre cualquier población americana, se refiere a un tubo similar usado por esos mismos indios, no para fumar sino para la inhalación de un rapé psicotrópico llamado chohobba o chohuba (cohoba) (Anghiera 1912). Algunos estudiosos piensan que la cohoba ha sido la Anadenanthera peregrina (L.) Speg (Safford 1916)(6), aunque los Winikina-Warao del delta del Orinoco todavía emplean cohoba como término para el tabaco ritual.


Así, el tubo bifurcado que Colón y Pané mencionaron como insuflador de rapé de cohoba y que Oviedo documentó como inhalador de humo de tabaco, puede haber sido usado por los Taíno para ambos propósitos. Puede haber servido también para insuflar polvo de tabaco, pero esto permanece incierto. En todo caso, ambos polvos, puro o mezclado, son, como lo ha sugerido S. A. Dickson y P.H.O’Neil (1958-1969), 1:19) capaces de producir los estados de intoxicación aguda mencionados por Oviedo. Esto sería también válido si el tubo hubiera sido usado para la inhalación de humo de tabaco, especialmente si el tabaco usado es el Nicotiana rustica, especie más fuerte plantada en los cultivos amerindios desde Chile hasta Quebec mucho antes que Cuba se hiciera famosa con su más suave N. tabacum (Sauer 1966:56).

Finalmente, entre los más tempranos informes sobre el tabaco en el Nuevo Mundo está uno de Américo Vespucio (en Waldseemüller 1907:126-127), quien menciona lo que parece haber sido masticación de tabaco con cal que observó en cierta isla costera cerca de Sudamérica; esta isla ha sido distintamente identificada con la isla Margarita, la península Guajira, la península Paria, e incluso la isla Marajó en la boca del Amazonas. Vespucio tampoco identificó la planta que los indígenas mascaban; por lo tanto es posible que la planta en cuestión haya sido otra, específicamente coca. Como lo ha indicado T. Plowman (1979:198), “la costumbre de mascar las hojas enteras de coca con cal… estaba repartida por toda la costa caribe de América del Sur a la llegada de los europeos y persiste aquí hasta hoy”.

Aun así, el mascar polvo de tabaco con cenizas de concha pulverizada era común entre los caribes de las Antillas Menores y la zona continental del nordeste en la época del primer contacto. Por lo tanto, como en el caso de la insuflación temprana de tabaco, la evidencia de la masticación de tabaco previa al primer contacto permanece ambigua. La documentación existente puede que se refiera a la masticación de coca o tabaco, pero también puede indicar la práctica de la masticación de una mezcla de ambas substancias.

En breve, en el curso de las primeras décadas luego del encuentro inicial, los europeos se habían enterado de varias diferentes maneras de ingerir tabaco: fumar cigarros, inhalación nasal del humo, soplar del humo y posiblemente inhalación de rapé y masticación. Muchos exploradores habían aprendido que el tabaco creaba hábito y tenía múltiples funciones, aunque los europeos mayormente no supieron dar cuenta de porqué los amerindios lo consideraban sagrado. Sin embargo, ya se sabía que la planta era de efecto variable (bifásico): en dosis menores el tabaco servía como estimulante, inhibidor del hambre y la sed y analgésico; en dosis mayores produce estados de conciencia alterados. Para fines sociales los productos del tabaco eran consumidos para sellar una amistad, en asambleas y concejos de guerra, en bailes y para fortalecer a los guerreros. Se lo ingería para predecir el buen tiempo o la buena pesca, la siembra, la tala de árboles o un cortejo bien logrado. Con fines espirituales, el tabaco facilitaba la búsqueda visionaria y la consulta a los espíritus, introducía el trance shamánico y ayudaba en la psicoterapia. Toda esta información temprana entregada por cronistas, misioneros, soldados, viajeros y estudiosos fue ampliamente confirmada y elaborada por posteriores informes etnográficos de las épocas colonial y moderna.

En este punto, y antes de entrar en el detalle de los diferentes métodos tradicionales usados en el consumo del tabaco, debo hacer notar que lo que sigue ha sido extraído de cientos de fuentes bibliográficas que abarcan quinientos años de etnografía sudamericana (Wilbert 1987:xv). Por lo tanto, hacer plena justicia a la referencia histórica de cada una de las fuentes necesitaría alternar los tiempos presente y pasado, resultando en un escrito quizás confuso. Para evitar esto he usado mayormente en este capítulo lo que se suele llamar el presente etnográfico, sin considerar si una cierta costumbre relacionada con el tabaco aun persiste, ha cambiado o acaso se ha terminado. Aunque este recurso estilístico transmite una impresión de constancia, los métodos del uso tradicional del tabaco han sufrido considerables cambios. Así, por ejemplo, aunque las costumbres religiosas y medicinales relativas a esta planta aun persisten en varias sociedades, se ha generalizado el consumo del tabaco por motivos seculares y a menudo existe lado a lado con prácticas tradicionales del shamanismo relacionadas con el tabaco dentro del mismo grupo. Aún así, muchas de las prácticas tradicionales descritas abajo tienen como su fin último el trance extático en el que los shamanes se sienten viajando o proyectando sus almas al Otro Mundo.

Métodos Empleados en el Uso Tradicional del Tabaco

En términos de los métodos en el uso tradicional del tabaco por los indígenas de América del Sur, hay tres aspectos que sobresalen como característicos:


Excepto la inyección intravenosa, los indígenas de Sudamérica usan el tabaco a través de todos los medios humanamente posibles (gastrointestinal, respiratorio o percutáneo) y en una gran variedad de formas. El tabaco es mascado, es tomado como jugo o como jarabe, se lame la pasta, se emplean supositorios y edemas, se aspira como polvo rapé, se aspira el humo del tabaco y se aplican productos del tabaco sobre la piel y en los ojos.

Métodos de ingestión del tabaco

1. Vía gastrointestinal

Tabaco masticado.

El mascar, o más precisamente, el chupar trozos de tabaco tiene una amplia distribución en América del Sur y las Indias Occidentales. Ocurre en las Antillas Menores y en Venezuela oriental y se extiende desde el noroeste de Colombia y el Amazonas superior esporádicamente a través de localidades desde la Montaña hasta el Gran Chaco. En instancias aisladas se encuentra también en Brasil del este. El mascar tabaco en América del Norte se practicaba principalmente por los indígenas de la costa del noroeste, entre quienes el tabaco puede haber sido introducido por comerciantes rusos.

Los indígenas preparan el tabaco en rollos de unos diez centímetros de largo, con tabaco verde, a veces esparciendo ceniza o sal sobre las hojas mojadas y mezclándolas con ciertas clases de tierra o miel. También se suele hacer una mezcla de las hojas de tabaco finamente machacadas con tierra conteniendo nitro logrando una masa de la que se hacen tabletas de tabaco. Similares tabletas se obtienen simplemente mezclando hojas machacadas con ceniza y mojando el polvo con agua para producir una suave pasta. Los indígenas de la Guayana cuecen con hojas de tabaco frescas una tortilla del porte de una rueda de carro y de dos centímetros de grueso sobre una parrilla a fuego lento. Durante el proceso la tortilla es rociada con sal y un sustituto que se obtiene del oulin (Mourera fluviatilis Aubl.), una planta podostemácea que crece en rocas sumergidas bajo caídas de agua o en salientes. La tortilla es cortada en trozos y lonjas que se guardan en zapallo  de aperturas pequeñas. Otros aditivos a estas mezclas para mascar que no sean sal y sus sustitutos incluyen entre varios otros cal obtenida de cáscaras de moluscos, resina de caraña, En Ecuador se las conoce con el nombre de huanglias consistentes en hojas de tabaco verdes aplastadas y unidas con mesclas naturales que especialmente estan presentes en la parte sur del pais y estas tienen una mescla con miel de moroja (avispas) y miel de aveja, y a la vez que se mastia se puede también picar y fumar a modo de cigarro. 
(Protium heptaphyllum March.), chile (Capsicum fructescens L. Willd.) y hierbas medicinales, tales como cáscara de rosa amarilla, una planta emenagoga.



El masticar tabaco ocurre frecuentemente con otros métodos de ingestión tales como el fumar y el sorber por la nariz. También a veces el tabaco fue observado siendo mascado junto con coca (Erythroxylum). Chicas, rollos o bolas de tabaco son llevadas por el usuario en la mejilla o en el labio inferior durante prologados periodos de tiempo; la aplicación debajo de la lengua no ha sido reportada. A diferencia de la coca y betel (Piper betle), la nicotina no requiere agentes alcalinizantes para su liberación, aunque estas sustancias aceleran e intensifican la acción de la droga al aumentar la salivación (Hammilton 1957). La nicotina es fácilmente mezclable con las secreciones salivares y el transporte de la solución se efectúa rápidamente. También, la alcalinización del ambiente bucal prepara esa zona para una óptima absorción (Bray y Dollery 1983:274). Como se ha mencionado, los amerindios succionan más que mascan el tabaco y tragan, no escupen, los jugos que van saliendo poco a poco.

Se considera generalmente la extensa distribución del área en que el tabaco es mascado como una indicación de la gran antigüedad de este método de consumo (Zerries 1964:99-100). Además, considerando lo natural que viene a ser el mascar el tabaco, uno tiende a concordar con estudiosos como Sauer (1969:48) cuando afirma que el mascar y beber representan las formas más antiguas de ingestión del tabaco. Con fluctuaciones periódicas, el tabaco ha encontrado amplia aceptación entre sociedades no amerindias.

Tabaco bebido.

La distribución de la costumbre de beber el jugo del tabaco es similar a la de la masticación excepto que está ausente del Gran Chaco. La mayoría de las tribus de la Gran Guyana beben el jugo del tabaco, así como un número considerable de grupos del Amazonas superior y la montaña de Ecuador y Perú. Algunos casos aislados de la práctica se han reportado también de la zona costera del noroeste de Venezuela, el noroeste de Colombia y en lugares dispersos en Bolivia y Brasil.

En la zona de distribución, el jugo de tabaco es a menudo una simple infusión de las hojas enteras o molidas mezcladas con agua. Las hojas remojadas o cocidas son estiradas y comprimidas a mano. Algunas tribus añaden a la mezcla sal o la ya mencionada ceniza de oulin, Otro materiales botánicos no identificados usados como ingredientes por las tribus de la Guayana incluyen ayung, una corteza emética, quinquina, una savia de árbol. Asimismo, las tribus del Alto Amazonas y la Montaña remojan, comprimen y revuelven las hojas de tabaco en agua, aunque a menudo no enteras ni molidas sino trozadas y masticadas. En esta zona occidental de distribución, sin embargo, los indígenas no parecen añadir sal o ceniza a su jugo de tabaco, aunque si ocasionalmente chiles (Capsicum sp.). El cocimiento en agua de hojas de tabaco ocurre también aquí más a menudo que en la Guayana, aunque el cocimiento no es llevado al punto en que el jugo desaparece como ocurre en la producción de la pasta ambil (que aquí se discute) sino que se lo deja suficientemente viscoso para poder beber el producto.

En toda la zona de distribución donde el tabaco es bebido, esto se hace a menudo conjuntamente con otros métodos de consumo del tabaco y consumo de bebidas alcohólicas. Varias sustancias alucinógenas o psicotrópicas pueden ser consumidas juntamente con el tabaco; ejemplos son ayahuasca (Banisteropsis caapi), coca (Erythroxylum), daturas (Brugmansia aurea Lagerh.; huanto, Brugmansia sp.; maikua, Brugmansia sp.) rapé parica (Virola calophylloidea Marcgraf), y takini látex (Helicostylis tomentosa [Poepp.& Endl.] Macbride o H. pedunculata Benoist).(8)

El jugo de tabaco es bebido por vía oral o nasal, usando las manos o calabazas. En algunos casos el concentrado es lanzado como un chorro directamente de la boca de uno a otro. Fuera de América del Sur, el beber tabaco ha tenido poca aceptación como modo de consumir tabaco.




Tabaco lamido.

El lamer tabaco tiene limitada distribución en América del Sur. Se le encuentra entre tribus del extremo septentrional de los Andes, en Colombia y Venezuela, ciertos lugares del noroeste amazónico y en algunos pocos lugares de la zona de la Montaña.

El detalle de esta costumbre es muy similar a la masticación. Sin embargo, en vez de succionar un trozo de hojas de tabaco o una tableta de pasta, aquí se chupa un extracto de jarabe o jalea conocido como ambil. En la Sierra Nevada de Santa Marta de Colombia, los indígenas preparan una gelatina gruesa y negra por medio de una cocción de hojas de tabaco que dura horas e incluso días. El producto es espesado aún más añadiendo almidón de mandioca (Manihot esculenta Crantz) o de arrurruz (Maranta arundinacea L.). Las tribus en Venezuela al este del lago Maracaibo solían mezclar urao, un sesquicarbonato de soda, en su ambil, logrando una mezcla conocida como chimó (Kamen-Kaye 1971:43). Sal o cenizas alcalinas son usadas por tribus de la zona de la Montaña como parte de su receta para el ambil. Las hojas bien verdes de la parte inferior de la planta de tabaco son seleccionadas para ser cocidas sobre un fuego lento. Al mismo tiempo, son obtenidas sales por ciertas tribus por medio de la evaporación de agua que ha sido vertida y percolada a través de las cenizas de partes de un voluminoso árbol del género Lecythis, los brotes de Bactris y las hojas de palmeras Chamaedorea. En otros grupos las cenizas son logradas simplemente quemando y cerniendo cáscara de cacao rojo, cáscaras de bananos verdes y vainas de yoco (Paullinia yoco Schultes & Killip). Las sales se revuelven para hacer el ambil antes de que se concentre en un grueso jarabe o pasta (Schultes 1945:20-21). El chile (Capsicum sp.) también es mencionado como ingrediente del ambil, así como las semillas de aguacate (Persea americana L.), azúcar tosca, tapioca o jugo de mandioca, así como el ya mencionado almidón de mandioca. La pasta es guardada de diversas maneras, envuelta en hojas, tubos de bambú, cáscaras de nueces, pequeños cántaros y en la actualidad, botellas de vidrio y tarros de lata. Bien guardado, el ambil se conserva durante varios meses antes de que deba ser reemplazado por uno más fresco.

El ambil es puesto en la boca sumergiendo un dedo o extrayendo una pequeña cantidad con una espátula o uña del dedo y frotándola sobre los dientes, las encías, o la lengua. Aunque se consume solo, el ambil es a veces ingerido simultáneamente con otros productos del tabaco. Algunas tribus de la Montaña los lamen en conjunto con la coca (Erythroxylum), ayahuasca (Banisteropsis caapi) y posiblemente otros alucinógenos.



2. Vía respiratoria

Absorción nasal.

Rapés psicotrópicos son conocidos en forma esporádica en diferentes partes de América Central y Norte (Bourne 1907:312, 313, 324, 328) pero especialmente en América del Sur y las Indias Occidentales. Desde los días de la observación de Pané (1974 [1511]) respecto al rapé de chohobba (cohoba) entre los Taíno de las Antillas Menores, los polvos han sido vistos en preparación entre los indígenas del continente meridional a partir de las judías de Anadenanthera, de hojas de coca (Erythroxylum), de Virola spp., resina y una variedad de nicotianas. No se sabe bien aún cual es la base botánica de varios rapés menos conocidos del Nuevo Mundo (Schultes 1977:43-44; 1978:231-232), pero la absorción nasal de intoxicantes está bien repartida en América del Sur. De hecho, algunos creen que se trata de una forma peculiar de administrar la droga que se difundió al Viejo Mundo, junto con el tabaco, en la era postcolombina (Schultes 1967:292, 302-305).

Las fuentes etnográficas documentan al tabaco como una fuente relativamente común de rapé entre los indígenas de América del Sur. En el subcontinente sus cinco focos de distribución son el Orinoco medio y superior, el noroeste del Amazonas, la Montaña – Río Purus, el Guaporé, y la zona andina. Otros casos son mayormente periféricos respecto a esta zona de distribución principalmente del norte y noroeste.

En la preparación del rapé, las hojas de la planta son secadas al viento o al sol, sobre un fuego o sobre una olla colocada boca abajo sobre brasas ardientes. Las hojas secas son machacadas, pulverizadas y a menudo cernidas. Cáscaras de nueces y ollas pueden servir como morteros. El rapé de tabaco es guardado en recipientes hechos de bambú, calabazas o concha de moluscos.

Los polvos psicotrópicos, incluyendo el rapé de tabaco, pueden ser aspirados directamente de la mano o de una hoja. Más frecuentemente sin embargo son ingeridos por medio de tubos de absorción nasal, simples o dobles, ramificados o angulares, hechos de caña o huesos perforados.

Los tubos de absorción nasal, simples y relativamente cortos, son usados como inhaladores de autoconsumo. Como se ha mencionado previamente, el ejemplo más temprano en América del Sur es el inhalador de hueso de pájaro que Junius Bird encontró junto a una caja de rapé de hueso de ballena, en el sitio preagrario de Huaca Prieta, en la costa del Perú, fechado hacia el 1600 A.C. Estos implementos se usaban presumiblemente para la willka (Anadenanthera colubrina)(9), no para tabaco en polvo. Cuando se usan como inhaladores tubos de un metro o más de largo, la intoxicación requiere de dos personas; uno sopla con fuerza el polvo dentro de las narices del otro. Esta forma de administración ha sido bien documentada, por ejemplo, por escrito y en films, entre los yanomamö de Venezuela. Sin embargo, ellos también preparan su polvo intoxicante no de tabaco sino de la corteza interior del árbol Virola. En algunos de estos largos inhaladores, el extremo receptor recibe piezas nasales cónicas, lisas o talladas.

Los tubos dobles de absorción nasal miden unos veinte centímetros de largo y comúnmente exhiben en el extremo próximo una pieza nasal hecha de alguna nuez redonda y perforada o de un anillo de cera bulboso, para facilitar la aplicación a las narices. El rapé es absorbido desde la palma de la mano del usuario a través de inhaladores dobles.

Los tubos bifurcados tienen forma de Y, y son relativamente cortos. Permiten la autoadministración de polvos por ambas fosas nasales simultáneamente.

Los tubos de inhalación angulares tienen forma de V; los cortos son para autoadministración y los más largos, de unos 20-30 centímetros son para administración mutua entre dos cooperantes. El rapé es colocado en el extremo nasal del insuflador angular y soplado desde el extremo bucal con un soplido brusco adentro de las fosas nasales del receptor.

El rapé de tabaco puede ser inhalado desde la superficie de una pequeña tableta, pero las tabletas de inhalación comúnmente usadas en conexión con polvos alucinógenos no han sido reportados específicamente en conexión con la inhalación de tabaco. De hecho, el rapé de tabaco, es de importancia secundaria en América del Sur, comparado con los polvos alucinógenos, posiblemente porque los primeros contienen menos “fuerza espiritual” que los segundos. Esto puede explicar porqué los accesorios para rapé de tabaco son mucho más rústicos que la parafernalia artísticamente elaborada usada por ejemplo en conexión con los polvos de parica o ebena.

También el tomar rapé de tabaco ha ganado aceptación amplia en el mundo en general, aunque la práctica ha aumentado o disminuido según la época a traves de los siglos.

Fumar.

La práctica de fumar es la más común de las formas de consumo en la América del Sur indígena. Es particularmente común en la Guayana mayor, el Alto Amazonas, la Montaña, los Yungas, Matto Grosso y el Gran Chaco. Sin embargo también se informó sobre esta costumbre en muchas zonas intermedias y periféricas como Colombia del norte y central, a lo largo del Amazonas medio e inferior, la costa del Brasil, Patagonia y sur de Chile.

Los indígenas fuman tabaco en forma de cigarros, cigarrillos y varias formas de pipas. El tabaco secado al sol o al viento es molido antes de ser puesto en envoltorios de distintos tipos. A veces, hojas enteras de tabaco o trozos de ellas son usados con este fin. Más frecuentemente los indígenas usan hojas de distintas clases, estípulas de palma, hojas de banano y hojas de maíz. Un envoltorio comúnmente usado en cigarros y cigarrillos es la corteza interior blanquizca del árbol Couratari guianensis Aubl., de la familia Lecythidaceae.

Para preparar un envoltorio de tauari perfectamente blanco y sin sabor, la porción de corteza interior es separada del tronco, molida con una maza y expuesta al aire por varias horas. El naturalista H. W. Bates (1975:162) ha descrito cómo se puede obtener “sesenta, ochenta y a veces cien capas del mismo trozo de corteza”. Los indígenas de la Guayana cortan un trozo de dos o tres metros de largo y quince centímetros de ancho, preferiblemente de la corteza negra del Couratari guianensis. Para separar las capas, un extremo de la lonja golpeada con un palo y las láminas que se obtienen son atadas en bulto para evitar que se vuelvan a enrollar. El bulto es luego secado al sol (Ahlbrink 1931:475-477, 128). En forma similar, capas de la corteza interior delgadas como el papel aptas como envoltorios de cigarrillos se obtienen de la corteza de Sapucaia (kakareli [Lecythis ollaria Loefling]), un árbol del mismo orden natural que Couratari (Im Thurn 1883:317; Roth 1916-1917:241). Normalmente los hombres enrollan sus propios cigarros; en varias comunidades indígenas sin embargo se supone que las mujeres deben hacer la tarea. También prenden los cigarros y toman algunas chupadas ellas mismas antes de pasarlos a los hombres. Generalmente, los envoltorios le añaden un sabor y un olor peculiar al tabaco, y en algunas instancias se ha observado que las hojas que recubren el tabaco aumentan el efecto narcótico del tabaco (Weyer 1959:114)

Para darle al cigarro o a la pipa un componente odorífero particular, los indígenas de la Guayana o el Amazonas añaden distintas clases de yerbas o la resina de Protium heptaphyllum, un árbol de la familia de la mirra o Burseraceae. Conocida como caraña, la resina, dura, trasluciente y blanquizca tiene un olor punzante, similar al franquincienso. El polvo o los granos de caraña se mezclan con tabaco (o coca) para darle un sabor balsámico pero no para aumentar o disminuir los efectos narcóticos (Schultes 1980:55). En la Patagonia, raspaduras de calafate (Berberis sp.) se mezclan con el tabaco para darle un sabor agrio y para que arda con un humo de acentuado color azul.

El fumar es a menudo acompañado de la ingestión de alucinógenos tales como Banisteropsis caapi, Brunfelsia grandiflora, y Virola y de bebidas psicoactivas tales como el yoco o la guaraná (Paullinina cupana H.B.K. var. sorbilis [Mart.] Ducke) y casiri.

Los indígenas de América del Norte, con la excepción de los Pueblos y algunas tribus en California, eran exclusivamente fumadores de pipa (Linton 1924:14; Robicsek 1978:9-11). Pero a pesar de esta predominancia de la pipa y el florecer de variaciones formales de las pipas en América del Norte, el fumar pipa en América del Sur sí tiene una distribución considerable a través del subcontinente. Aquí es practicado con pipas tubulares, monitor y angulares hechas de paja, bambú, madera, cáscaras secas de fruta, hueso, greda o piedra. El fumar en pipa prevalece en dos zonas focales; la región del Marañón-Huallaga-Ucayali y el Gran Chaco. Más esporádicamente ocurre a lo largo de la costa norte y el interior de la Guayana, a lo largo del Amazonas y en el litoral del Brasil. Hacia el interior y al norte de la zona focal del Gran Chaco, las pipas se presentan en Bolivia central y sur y en Araguaia inferior. Al sur del Chaco las pipas se encuentran en Chile central y sur y en Patagonia.

Como en América del Norte, el fumar pipa es una costumbre de origen prehistórico en América del Sur, y de las tres clases de pipas ya mencionadas, la forma tubular es quizás la más antigua. Se la encuentra en América Central y del Norte y su centro de distribución en el subcontinente se encuentra en el Gran Chaco y Brasil central hasta la costa del Atlántico, así como en Colombia y Suriname, un área de distribución tan amplia que corrobora la afirmación de la gran antigüedad de esta pipa en el Nuevo Mundo.

La pipa monitor es poco común en América del Sur, se la encuentra sólo entre los indígenas araucano-huilliche y los tehuelche de Chile central y sur y Patagonia respectivamente.

Finalmente, la pipa angular es la más común en América del Sur. Pipas probablemente previas al periodo de contacto son conocidas desde sitios arqueológicos (Cooper 1949:527). La distribución moderna de la pipa angular coincide con el área de distribución máxima indicada en el párrafo 6 de esta sección. Las pipas angulares pueden ser de una pieza o de manufactura compuesta, con un recipiente cónico-tubular y un tubo separable. Tipos característicos incluyen la pipa con recipiente cónico que se encuentra en la zona de Montaña y los tipos con recipiente cilíndrico o encordado como los hay en el Gran Chaco. Las pipas del Chaco pueden ser también con formas y diseños antropomórficos y zoomórficos, como se puede ver en abundantes ejemplos arqueológicos en Venezuela, Ecuador, Perú, norte de Argentina y sur de Brasil (Cooper 1949:531).

Los indígenas de América del Sur usualmente fuman con inhalaciones profundas o hiperventilación, pero raramente reteniendo una bocanada de humo en la boca antes de expelerla o inhalarla. La inhalación es descrita como absorbiendo el humo del cigarro hasta los pulmones con “profundas aspiraciones”, “usando los pulmones como fuelles” (Huxley 1957:195). Cigarros gigantes que miden casi un metro de largo y dos centímetros de ancho son fumados con hiperventilación por los Warao en el Orinoco y por varias otras sociedades tribales, tales como los indígenas del Vaupés. Este último cigarro, de acuerdo al naturalista A. R. Wallace (1975:195, 206), “tiene ocho o diez pulgadas de largo y una pulgada de diámetro, está hecho de tabaco molido y secado, y encerrado en un cilindro hecho de una hoja grande torcida como una espiral. Se coloca en un gran soporte bifurcado de dos pies de largo. Tiene un extremo inferior aguzado, de modo que cuando no está en uso puede ser clavado en el suelo”.

Un método peculiar de América del Sur de absorción respiratoria de nicotina es el de inhalación de humo de tabaco que está flotando libremente en la atmósfera. Como ya se ha mencionado, esto ocurría en la costa este del Brasil, donde quienes practicaban la costumbre soplaban humo de tabaco por cañas y cigarros de boca ancha sobre las cabezas y las caras de guerreros que bailaban. Los hombres en esta misma sociedad también inhalan el humo del tabaco que han quemado dentro de sonajas con forma de cabeza humana. Los adultos entre los Cuna de Panamá usan humo de tabaco que es soplado sobre sus caras desde un cigarro invertido, y los hombres jíbaro en Perú soplan el humo de tabaco a través de largos tubos en la boca abierta de otra persona.

3. Administración percutánea

Aplicación sobre la piel.

La aplicación de productos de tabaco sobre la piel sana o escoriada tiene una distribución muy extendida en la América del Sur indígena, incluyendo la práctica de fumar y soplar el humo en forma general o dirigida; de soplar escupida con jugo de tabaco, saliva mezclada con nicotina, y tabaco en polvo; masajes con saliva; abluciones de jugo; rapé y envoltorios de hojas y compresas. El uso del tabaco en este contexto sirve invariablemente a fines terapéuticos.

Administración ocular.

El humo y jugo de tabaco son aplicados al ojo para que la nicotina sea absorbido desde la conjuntiva de la superficie interior del párpado y la parte frontera del globo ocular. El fin principal de esta aplicación es mágico-religioso.

El Consumo de Grandes Cantidades de Tabaco

La finalidad principal del consumo tradicional de tabaco en América del Sur fue, y lo sigue siendo a menudo, lograr rápidamente una intoxicación aguda. Aun cuando el consumo social de tabaco en tiempos modernos es entendido cada vez más como un mero disfrutar del efecto estimulante de la droga, los indígenas tradicionales buscan principalmente el efecto tóxico y organoléptico de la nicotina. En consecuencia, los observadores occidentales suelen horrorizarse por las grandes cuantidades de tabaco que los indígenas están dispuestos a ingerir.

En Guayana, por ejemplo, los shamanes hacen tomar a sus estudiantes litros de jugo de tabaco para llevarles al verdadero límite de la muerte. Varias tazas de la pulpa del tabaco son ingeridas en rápida sucesión, y luego un gran tazón de tabaco líquido se introduce mediante un embudo en la boca del candidato desmayado. Se cuenta en otras ocasiones, que principiantes en ayuno y purgados huyen rápidamente – habiendo perdido la razón – al monte donde permanecen varios días. Aquel que no logra vomitar parte del brebaje se espera que entre en convulsiones, se enferme crónicamente o muera. Entre los Tupinamba de Brasil se informa que a los principiantes fue ofrecido repetidas veces y durante varios días jugo de tabaco mediante un embudo hasta que desmayaron, vomitando sangre. De la misma manera, buscadores de visiones Aguaruna en Ecuador toman enemas de tabaco para morir repetidas muertes.

Como voy a discutir más adelante, la finalidad de un estado similar a la muerte en la forma de una detención transitoria de la respiración, es el último fin de la iniciación y práctica del tabaco. Además del uso del jugo del tabaco y de enemas para este fin, los shamanes Suramericanos son conocidos por ingerir hasta cinco cigarros de 90 cms del largo (mientras que simultáneamente mastican tabaco) en el curso de una sola sesión. Durante una actuación nocturna completa, se vio a un shamán Yaruro de los llanos venezolanos fumar 42 cigarrillos comerciales además de aproximadamente cien cigarrillos domésticos. Asimismo, participantes en ciertos rituales y sesiones de cura shamánica en Guaporé (Brasil) fueron observados haciendo docenas de inhalaciones de tabaco en polvo durante el curso de tres horas; una fuente fidedigna mencionó tantas dosis de rapé como sesenta en este contexto. Ejemplos de este género de consumo elevado de tabaco son frecuentes en la literatura etnográfica de América del Sur y son sintomáticos de los objetivos mágico-religiosos del consumo de tabaco en el contexto nativo como contrario al fin hedonista e indulgente del uso del tabaco en la sociedad occidental.

Finalidad Transcendental del Uso Nativo del Tabaco

En vista del carácter desagradable y la amenaza mortal contra la salud que implica la praxis del uso del tabaco en América del Sur, uno se pregunta por qué razón esta droga ha logrado una importancia tan grande en la vida religiosa y ritual de los indígenas. Sin ninguna duda, el tabaco como otras substancias psicotrópicas colectadas por los hombres ofrece una clase de escape de las condiciones de vida y de la presión. La adicción a la nicotina como también las consideraciones socioculturales han jugado papeles adicionales al respecto. Más importante fue, que para mantener su credibilidad y efectividad como agentes y curanderos religiosos, los shamanes tenían que demostrar su poder espiritual para ellos mismos y para su comunidad en una base de continuidad; el tabaco, debido a los efectos de la nicotina en el cuerpo humano, les ayudaba a alcanzar esta meta.

Es esencial para aquellos shamanes que usan tabaco (como para los shamanes en general) ser considerados y que ellos se consideren a si mismos que están dotados de fuerzas sobrenaturales. Esta dualidad natural-sobrenatural es lograda durante la iniciación cuando el principiante muere como un ser humano natural y renace como una persona con fuerzas de otro mundo. Ingiriendo cantidades más grandes de tabaco, los shamanes manifiestan un estado de malestar por la nausea ocasionada por la nicotina como respiración pesada, vómitos y postración. Progresivamente por medio de temblores, convulsiones o ataques caen en agonía hasta que, en una narcosis aguda, sufren una detención transitoria de la respiración y una muerte aparente, confirmada por todos los testigos. La experiencia del maestro principiante es crucial para el éxito de este cambio de su estado. Introduciendo literalmente una situación de vida o muerte – medido en segundos de envenenamiento agudo – ellos dependen del éxito de este cambio esencial referente al proceso normalmente acelerado de la biotransformación de la nicotina en el cuerpo humano (Larson 1952:279; Larson, Haag y Silvette 1961). Pero durante la iniciación de sus estudiantes como también en el curso de sus propias vidas profesionales, están continuamente arriesgando las condiciones farmacológicas subyacentes del bloqueo del impulso de transmisión a los ganglios autónomos y del estímulo central. Nada puede convencerles más de su estado perteneciente a otro mundo que la experiencia de esa continua acción bifásica de la nicotina dentro de ellos mismos como un viaje del alma fuera del cuerpo. En este sendero celestial han sido enculturados para saber elegir en los cruces, abrir peligrosos pasajes, escapar golpes mortales y enfrentar eventual desmembramiento, transformación en esqueleto y renacimiento.

La ingestión de tabaco en ese proceso casi semi-perpetuo hace que los shamanes sean conscientes de sus nuevos cuerpos. Como una consecuencia de su pesado fumar, ellos y sus coetáneos, por ejemplo, observan el cambio de sus voces que han sido ásperas y guturales ya que experimentan los típicos síntomas de aflicción de “la garganta del fumador” (a smoker’s throat) por la acción local de ciertos agentes químicos del tabaco (Stevenson 1933). Se espera que los shamanes que mastican, fuman o beben tabaco desarrollen voces de un tono característico, gutural y bajo, considerado como más apropiado que la voz humana para el trato con sobrenaturales. Todos los shamanes experimentados han sido conocidos por perder su voz. Para promover el logro de ese cambio de la voz, a los shamanes les gustan mezclar resina de caraña (Protium heptaphyllum) en su tabaco, no solamente para perfumar el humo sino también para cubrir sus cuerdas vocales y así aumentar el efecto deseado.

La vista paranormal causada por la ingestión de nicotina es un resultado especialmente importante del shamán lo que se nota primero durante la iniciación y luego durante la praxis tabacalera. Durante las condiciones de intoxicación avanzada de nicotina, la luz crepuscular (antes que la plena luz del día) es preferida para la vista del shamán, permitién-dole a él o a ella discernir animales en movimiento o a enemigos en la media luz (Menderhall 1930:408). Los síntomas de la ambliopía tabacalera (Larson, Haag y Silvette 1961:591-610), de la cual los shamanes generalmente sufren como consecuencia de la intoxicación avanzada por el fumar (Hedges 1955), tomando rapé (Duke-Elder y Scott 1971:146) y masticando (Meyerhof 1921) son totalmente impresionantes. Esta condición permite al especialista no solamente ver en la obscuridad sino también vivir en lo sombrío que es el resultado, ante todo, de la condición de los cambios neurológicos en la retina y, solamente en forma secundaria (si el consumo de tabaco no ha sido refrenado) por daño del nervio óptico. En consecuencia, la ambliopía tabacalera es reversible mediante la abstención de nicotina de modo que el shamán puede entrar o dejar la obscuridad del Otro Mundo según quiera. En suma, la nicotina es experimentada por los shamanes como una droga que cambia la vista y cambia la visión, permitiéndoles ver lo que se oculta y el futuro, una capacidad que les facilita actuar como videntes, profetas e interpretadores de sueños.

Los shamanes son a menudo considerados como maestros de fuego y haber alcanzado insensibilidad del calor por haber asimilado el calor mágico de su cigarro sagrado. Ingerida la nicotina, aumenta la transpiración y la liberación de norepinefrina produciendo una caída de la temperatura en la piel que puede ayudarles en la realización de actos desafiantes hacia el calor tales como apagar un cigarro contra sus cuerpos desnudos, caminar sobre brazas vivas o tragar ascuas.

Los indígenas de América del Sur consideran el tabaco como una comida y en algunas sociedades, los shamanes son llamados “los que comen tabaco”. Hay un reconocimiento general de la similitud entre la ingestión de comida natural y la comida de productos de tabaco. Como causas de esta relación podemos enumerar varios efectos de la nicotina en el tracto gastro-intestinal en razón del estímulo parasimpático. Como en el caso de la comida, el tabaco (nicotina) tiende a disminuir o hasta quitar el dolor o las contracciones del estómago por el hambre (Daniélopolu, Simici y Dimitriu 1925), que en a turno son causadas por estímulo del nervio sensorial que termina en la boca y en el estómago mucoso (Carlson y Lewis 1914). El deseo de comer es también frenado por el efecto calmante de la nicotina referente a los órganos del gusto (Martí y Matasaru 1964) como también por niveles más altos del azúcar sanguínea, lo que estimula el hígado a liberar los carbohidratos almacenados (Wachholder 1948). La nicotina puede funcionar, además de sus efectos parasimpáticos, como un freno para el apetito por acción directa o indirecta en el hipotálamo (Walker 1953). Y la liberación de epinefrina, activada por la nicotina, reduce el hambre porque su acción excita el sistema nervioso central. Por tanto, la ingestión de nicotina como la ingestión de comida mitiga los sentimientos de hambre, tal como la cesación del consumo de nicotina y la abstención de comida re-introduce el persistente quejido del estómago y los sentimientos de vacío (Chessick 1964).

El uso del tabaco como un agente anorético ha sido mencionado referente a los indígenas de América del Sur desde los más tempranos hasta los más recientes tiempos históricos. Los shamanes anhelan el tabaco como la gente en general anhela comida cuando tienen hambre. Podemos imaginarnos aquel deseo del shamán al llegar a esta esfera sobrenatural en la cual los espíritus, según se imagina, consumen tabaco como un plato apropiado. De América del Sur a los montes de Norte América, los shamanes han dado de comer a los Grandes Espíritus la comida de tabaco a la que no tienen acceso en el mundo espiritual. Totalmente conscientes del poder coercitivo de la droga, han aprovechado el tabaco como un bien negociable atractiva para obtener favores de arriba.

Universalmente se espera que los shamanes sean curanderos. Desde el tiempo de su comienzo, el aliento del shamán se considera estar dotado de cualidades sobrenaturales y su técnica terapéutica más usada es la de soplar sobre la parte afectada del cuerpo de los pacientes. El humo de tabaco manifiesta, por lo demás, dramáticamente su invisible neuma que confiere vida y los shamanes soplan espesas nubes de humo sobre los pacientes. Estos capturan el humo bajo sus manos ahuecadas para detenerlo sobre la parte dolida del cuerpo; lo dirigen sobre heridas abiertas, lo soplan en la cara del paciente, ojos, nariz y boca y dando masajes al paciente por períodos prolongados. El humo es también administrado al hueco de un diente y a la herida abierta después de una extracción dental. El paciente fumigado experimenta una reducción del dolor y de la fiebre y se siente, en algunos casos, curado.

Como ya fue señalado, además de fumar, los shamanes soplan saliva con nicotina, tabaco en polvo y jugo en los pacientes. Administran masajes con saliva, lavamientos con jugo, y rapé y envoltorios de hojas de tabaco y compresas – es decir, técnicas terapéuticas que envuelven la administración de la nicotina por las vías respiratorias, gastrointestinales y dentales y que administra la nicotina en dosis suficientemente grandes para que sea local- y sistemáticamente efectiva.

La aplicación del tabaco a heridas abiertas, mordeduras o picaduras no presentan problemas mayores siendo que la nicotina alcanza los tejidos expuestos subcutáneos no cubiertos por barreras epidérmicas. La aplicación de tabaco en líquido, polvo o envoltorios en la piel sana es propicia para la absorción de la nicotina. La administración del humo del tabaco a la piel escoriada es menos efectiva pero la nicotina en forma de humo es retenida por medio de transpiración en el cuerpo del paciente. Los medios de la nicotina en forma de soluciones, tales como saliva e infusiones, pueden ser aplicados con mayor intensidad que el humo y son altamente efectivos, especialmente porque la dosis terapéutica de la decocción es tan baja como 1 por ciento para las abluciones (Gutiérrez Muro 1934).

Aun más efectivas que el humo y las abluciones son las aplicaciones de envoltorios de tabaco en polvo y hojas mojadas. Los envoltorios de rapé han mostrado durante mucho tiempo que tienen efectos analgéticos (Somervail 1839). Los envoltorios de hojas de tabaco liberan suficiente nicotina localmente como para causar un envenenamiento relativamente agudo (Weizenecker y Deal 1970). Los tapones de tabaco verde o las bolitas de algodón cargados de nicotina depositados en el hueco de un diente funcionan como un preparado de efecto liberador sostenido y administra suficiente nicotina in situ, en forma adecuada y durante un período suficiente para servir como analgésico y potencialmente para ocasionar una intoxicación más severa (Chapman 1880). La absorción de alcaloides aun en cantidades pequeñas, estimula, sin embargo, favorablemente la liberación simpática de norepinephrine de los tejidos de la piel con efecto local, y la consecuente baja de la temperatura de la piel tiene un efecto calmante en el paciente y puede por un tiempo liberarle/la de su dolor.

Resumiendo, debo quizás, señalar que los shamanes son protectores combativos de sus sociedades. Soplan humo de tabaco y saliva contra enemigos de la atmósfera tales como tempestades, relámpagos y contra un ejército de adversarios que amenazan la existencia humana. En muchas sociedades ejercen su poder en forma de agresivos jaguares (were-jaguares), una manera de posibles cambios de la aparición, cosa que logran con la ayuda de ingestión de tabaco. Para activar sus agresiones, la nicotina provoca primero un número de cambios físicos, incluyendo visiones nocturnas como la de un jaguar, una voz profunda y ronca, una lengua áspera y un cuerpo que huele mal. En segundo lugar, las fibras colinérgicas pregangliónicas del sistema nervioso simpático estimulan las médulas de adrenalina a descargar las hormonas estimulantes epinefrina y norepinefrina, movilizando el cuerpo del shamán para reacciones de emergencia (Schievelbein and Werde 1967:82). En tercer lugar, el despertamiento general causado por la nicotina es interpretado por el shamán, adecuadamente enculturado – que generalmente tiene una relación especial con el jaguar, como específico a los hombres del jaguar – de ser expresado como furia, enemistad y agresividad sexual. Por lo tanto, los cambios fisiológicos mediados por la nicotina como también el despertamiento y liberación de epinephrine y sus concomitantes cambios emocionales y fisiológicos y con la apropiada condición enculturada, permite a los shamanes manifestar el característico comportamiento de un jaguar y experimentar un sentimiento esencial del “ser jaguar” (jaguarness) que confirma el status y papel del shamán.

Lo que resulta claro mediante estos ejemplos es que los indígenas americanos usaban el tabaco como una droga que confirma la vida, es decir, que ordena la vida. Las creencias shamanísticas de los no-practicantes del uso del tabaco de los cazadores Paleo-indios, el alto valor que depositaban en el trance extático y las experiencias especiales y atributos adscritas al shamán como especialista en lo sagrado, todo proveyó un fondo de ecos de valores al cual tabaco-shamanes de los Neo-indios agroculturales podían proyectar la experiencia de su droga con una compatibilidad notable. Contrariamente, la escena moderna de la droga, privada del derecho a representación del ambiente cultural, es a menudo carente de valores transcendentales de modo que escenarios de pseudoimaginación tienen que ser evocados (a manera de publicidad) para hacer el uso del tabaco aceptado, basado únicamente en fundamentos hedonísticos.


Johannes Wilbert es profesor emeritus de antropología y el ex-director del Centro Latinoamericano de la Universidad de California en Los Angeles.

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