Cualquier consideración sobre el uso tradicional del tabaco
por parte de la población amerindia ha de llevarnos necesariamente a la figura
del shamán como el principal actor, ya que desde tiempos prehistóricos hasta
aproximadamente el 1700 DC, el tabaco fue usado principalmente con fines
religiosos y prácticas afines como la curación (Cooper 1949:526). En ambas
áreas el especialista es el shamán.
Las principales especies utilizadas en la América indígena,
Nicotiana rustica y N. tabacum, son híbridos cultivados y representan por lo
tanto los productos finales de largos procesos de experimentación. Hay motivos
para pensar que el cultivo del tabaco con fines religiosos y curativos,
incluyendo el uso para el trance shamánico, se inició por el mismo tiempo que la
agricultura forestal tropical en América del Sur, aproximadamente hace seis a
ocho mil años; incluso, es posible que verdaderamente haya sido el primer
cultígeno como tal en todo el subcontinente.
No es posible saber si los shamanes de las sociedades cazadoras
y recolectoras de América del Sur descubrieron y utilizaron otras especies
psicotrópicas, de las muchas que hay accesibles, al mismo tiempo o incluso
antes que el tabaco. Es posible que antes de la implantación de la
horticultura, en la mayoría de los casos se dependiera no de plantas
psicotrópicas sino de técnicas endógenas no químicas y características del
shamanismo en otros lugares como son el sacudir cascabeles, el batir tambores,
el bailar o la privación de los sentidos. Se puede asimismo argumentar con base
sólida que el descubrimiento del potencial alucinógeno de diferentes especies,
incluso el de varias otras solanáceas distintas de las nicotianas, no se debe a
la agricultura, y que los shamanes de los pueblos cazadores-recolectores arcaicos
– que como sabemos dependían fuertemente y quizás en mayor grado aún del reino
vegetal para su sustento que de la caza de animales – pudieron haber buscado
concientemente en su entorno las plantas auxiliares que hasta el día de hoy se
usan en muchos lugares de América del Sur (Furst 1976, 1989).
Sea como fuere, hace unos ocho mil años se extinguieron los
grandes mamíferos del Pleistoceno que durante miles de años habían sido el
sustento alimenticio básico de los pueblos cazadores. Algunos cazadores se volcaron
a las zonas costeras y fluviales y se hicieron dependientes a su vez del
alimento marino y fluvial, un cambio bastante sutil. Otros se fueron al
interior y subsistieron en grado creciente de vegetales silvestres y con el
paso del tiempo, de plantas cultivadas. Dado que las llanuras abiertas del sur
de América del Sur son mayormente inadecuadas para la agricultura, el cambio de
cazador a cultivador significó dejar las tierras bajas despejadas y entrar en
la selva tropical amazónica y en zonas aún más remotas. El tabaco estaba sin
duda entre las plantas cultivadas tempranamente por los agricultores.
ESPECIES SILVESTRES Y CULTIVADAS DEL GÉNERO NICOTIANA
Las plantas que producen tabaco pertenecen al género
Nicotiana de la familia de las solanáceas. De las 64 especies que
reconocidamente son parte de este género, 37, es decir el 58 por ciento son
originarias de Sudamérica. El resto se encuentra en la región Australo-Pacífica
(27 por ciento); América del Norte, incluyendo México (14 por ciento); y África
(1 por ciento). Las especies silvestres pertenecen a tres subgéneros
morfológica y citogenéticamente determinados. Dos de ellos, N. rustica y N.
tabacum, se encuentran sólo en América del Sur. El tercer subgénero,
Petunioides (con la excepción de la sección Undulatae), se encuentra en todas
las tres grandes regiones del mundo donde existen nicotianas – América del Sur,
América del Norte y la zona Australo-Pacífica (recientemente, una especie única
ha sido encontrada en África, pero su posición taxonómica permanece incierta).
Para determinar el origen geográfico de la Nicotiana, es
significativo que existe una relación directa entre las Petunioides de América
del Sur y aquellas de la región Australo-Pacífica. Sin embargo, las especies
del subgénero que se encuentran en América del Norte y que también se
relacionan estrechamente con las especies de América del Sur, están
relacionadas solo a través de éstas con las del Australia y el Pacífico. Esta
distribución “apunta hacia América del Sur como el centro de la actual
distribución de Nicotiana y, junto con otros datos pertinentes, sugiere que el
origen del género está en ese continente con su subsecuente dispersión a
América del Norte, a Australia y el Pacífico Sur” (Goodspeed 1954:8) y, debemos
añadir, a África (Merxmüller y Buttler 1975). Antes de despertar al espectro de
los contactos precolombinos a través del Atlántico y el Pacífico, me apresuro a
aclarar que estamos refiriéndonos a procesos de dispersión que ocurrieron no
hace miles sino millones de años.
El lugar de origen de muchas nicotianas de América del Sur
parece estar en la zona andina. El área de distribución incluye el macizo
andino en el sur de Ecuador, Perú, el occidente de Bolivia central y el norte
de Chile. Subsecuentemente, las nicotianas silvestres invadieron prácticamente
todo el continente al sur del Mato Grosso. Nuevamente, no pueden haber sido los
seres humanos el factor de dispersión voluntaria o involuntariamente – del
género en su estado silvestre, ya que esto ocurrió en épocas geológicas
remotas, en el Cretáceo Medio al Cretáceo Superior y el Plioceno, hace unos 10
a 100 millones de años.
Es posible que la población inicial de las Américas se
extienda hacia un pasado de 40.000 años, cuando las primeras bandas nómades de
exitosos cazadores y recolectores, persiguiendo las grandes presas del
Pleistoceno, migraron del nordeste de Asia, atravesando el Estrecho de Bering
hasta lo que hoy es Alaska. Desde Alaska fueron avanzando lentamente hacia el
sur siguiendo corredores libres de hielo hacia el oeste y por la costa de Norte
América. Quizás hace unos 20.000 años se llegó al continente sudamericano.
Fechas de radiocarbono, recientemente obtenidas en un sitio bien preservado en
el sur-centro de Chile indican población humana en América del Sur meridional
tan tempranamente como hace 13.500 años (Dillehay 1984). Ciertamente, hace unos
11.000 años los descendientes de los tempranos cazadores y recolectores habían
penetrado en las tierras bajas de Patagonia, las Pampas, el Gran Chaco y
posiblemente el sureste de Brasil – regiones que parecen haber sido más aptas
para el estilo de vida paleoindio que los terrenos “cerrados” de la Amazonia.
Las evidencias etnográficas de las sociedades preagrarias
históricas sugieren que sus ancestros arcaicos merodeaban en pequeñas bandas,
encabezadas por un líder experimentado, que servía como guía político y por un
shamán que atendía las necesidades espirituales. Los shamanes de Eurasia y
América eran y siguen siendo especialistas religiosos que hacen la mediación entre
sus comunidades y el mundo de los espíritus. A través del trance extático se
comunican con los poderes sobrenaturales y solicitan la protección y el
bienestar para su pueblo. Los shamanes del Paleolítico Superior, hace unos
17.000 años están descritos en las paredes de las cuevas en sitios como Tris
Frères, Francia, y en su bien documentado papel de especialistas místicos y
técnicos en lo sagrado estaban probablemente presentes en la mayoría de las
bandas históricas y prehistóricas de cazadores y horticultores seminómades.
Es significativo en el presente contexto que el lugar de
origen ancestral de los cazadores paleoindios del cono sur de América del Sur
coincide en términos generales con el lugar originario global del representante
silvestre del género Nicotiana, del cual se derivan en última instancia todas
las plantas que producen tabaco. Sin embargo, es igualmente notable que aunque
rodeados de una gran cantidad de especies de Nicotiana, los cazadores tempranos
de las tierras bajas del sur, así como sus descendientes de tiempos históricos,
parecen haber desconocido por completo el tabaco.
En efecto, el tabaco usado por la población indígena
sudamericana se circunscribe a los horticultores, quienes cultivaban como una
docena de especies, principalmente N. rustica y N. tabacum, dispersando estos
cultígenos por las Américas. Consecuentemente, al considerar la geografía de
las nicotianas sudamericanas, debemos distinguir entre la distribución sin
significado cultural de las especies silvestres por todas las tierras bajas del
subcontinente y la distribución culturalmente significativa por agentes humanos
de las especies cultivadas por toda la región norte de América del Sur y el
Caribe.
Debemos insistir aquí en el hecho de que el interés de la
gente en la Nicotiana, histórica y prehistóricamente, ha estado motivado
exclusivamente por la nicotina, su principal alcaloide. Dado que no todas
las nicotianas producen nicotina o tabaco, solo fueron como una docena las que
llegaron a ser particularmente favorecidas como cultígenos del tabaco. N.
rustica y N. tabacum estaban entre estas especies de alto rendimiento, una
circunstancia que explica la predominancia de su diseminación – especialmente
la primera – por toda la América indígena. Sin duda, no se conoce ni una sola
de las especies silvestres que crecen en Australia, Oceanía o África haya sido
cultivada en tiempos anteriores al contacto con los europeos.
Es un hecho bien conocido que ciertas especies de Nicotiana,
incluyendo N. rustica, y de otros géneros de la familia de las solanáceas,
incluyendo especies de Datura (spp.), tienden a crecer espontáneamente en
terrenos perturbados – es decir en los bordes de senderos, huellas y caminos,
en campos y especialmente en la tierra revuelta y enriquecida de los lugares de
enterramiento. Dada esta última característica, es probable que el tabaco fuera
relacionado con los antepasados, de quienes se sostiene en muchos pueblos en
América del Sur y del Norte que son los causantes de que crezcan sobre sus
tumbas como un regalo especial del mundo espiritual para sus descendientes. De
esta manera, también el tabaco llegó a ser una planta sagrada, aunque la
principal causa de la fenomenal difusión del tabaco a través de toda la América
indígena fue seguramente su utilidad como medio para el éxtasis y los estados
alterados de conciencia en los que esos especialistas que lo usaban se
comunicaban con los ancestros y con el mundo de los espíritus en general.
Luego, como se ha indicado ya, desde su primer
descubrimiento hasta aproximadamente el inicio del siglo XVIII, el uso del
tabaco estaba restringido a las prácticas shamánicas del conjuro y la curación.
Estaba considerado como la prerrogativa de una minoría de practicantes pero era
por lo general objeto de tabú para el común de la gente. Sin embargo, aunque en
muchos lugares sigue cumpliendo este papel sagrado como vehículo de éxtasis y
alimento para los espíritus, a partir del año 1700 en adelante los informes
etnográficos reflejan crecientemente un gradual cambio en el propósito de la
práctica del tabaco de lo exclusivamente o predominantemente religioso a lo
profano. Hacia esta época, la sociedad occidental, que antes del siglo quince
había estado en completa ignorancia hasta de la existencia misma del tabaco y
más aún de sus efectos, lo habían adoptado como una droga hedonísta. Además, a
medida que los europeos entraban en grado creciente en contacto con los
indígenas, también introducían el uso del tabaco (especialmente el fumar) como
una costumbre puramente secular que podía ser imitada por cualquier miembro de
la comunidad en un comienzo los hombres y luego, gradualmente, también las
mujeres. En el posterior proceso de aculturación, los shamanes y sus supuestos
religiosos sufrieron una grave pérdida de credibilidad y prestigio, haciendo la
adopción generalizada del tabaco como droga de uso secular aún más aceptable.
En la actualidad, los shamanes de muchas sociedades amerindias
continúan su práctica tradicional, usando tabaco como una droga psicotrópica
significativa, esencial para su arte. Pero el tabaco ya no está restringido a
unos pocos practicantes de lo sagrado en cada grupo local. En cambio, se ha
vuelto accesible a todos – hombres, mujeres y a menudo niños – con los mismos
efectos dañinos sobre la salud de los cuales, los consumidores en Occidente se
han vuelto más y más conscientes en los últimos años.
Antecedentes Históricos
Luego de su primer desembarco en las Indias Occidentales el
12 de octubre de 1492, Colón y sus hombres fueron muy pronto introducidos al
tabaco y sus usos. Colón recibió, sin entender el motivo, las toscas hojas en
señal de amistad entre los nativos y sus hombres. Luego, al encontrarse con un navegante
solitario en una canoa cerca de la isla Fernanda, nuevamente observó un acopio
de esos vegetales marchitos entre sus escasas provisiones. Sin embargo, siguió
ignorante de su uso. Fue solamente varias semanas después, al regreso de una
excursión exploratoria a lo largo de la costa de Cuba que dos miembros de su
tripulación le informaron que habían sido los primeros europeos en haber
presenciado la costumbre de fumar tabaco en forma de cigarros. Pronto los
españoles comenzaron a experimentar inhalando el humo del tabaco, ansiosos de
experimentar las cualidades estimulantes del tabaco así como sus propiedades
analgésicas.
En 1535 el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés
publicó el primer volumen de su monumental obra sobre el primer encuentro y
primeros décadas de la conquista. En ella se encuentra la más temprana
referencia al “tabaco” y a la costumbre de fumarlo.
Referente a los Caquetio de Venezuela septentrional, Oviedo
(1851-1855, 2:298-299) comentó sobre las prácticas adivinatorias relacionadas
con el uso del tabaco por parte de los shamanes y los métodos usados en el
cultivo de la planta. Oviedo (1851-1855, 4:96 [1549]) también comentó sobre el
uso ceremonial de cigarros entre los Nicoya de Nicaragua y sabía que a los
hombres del capitán Grijalva se les había ofrecido cigarrillos de los mayas en
la costa de Yucatán (Robicsek 1978:11). Benzoni (1967[1565]), en sus viajes en
1541-1555, informó sobre los shamanes de la Hispaniola y algunas provincias de
América Central, relatando cómo se “envenenaban” con tabaco durante una
ceremonia de curación. En el curso de la ceremonia algunos hombres caían al
suelo como muertos y quedaban “estupefactos por la mayor parte del día o la
noche”. Al retornar a sus sentidos podían contar sobre sus visiones y sus
encuentros con los dioses.
A medida que los cronistas en las Indias Occidentales y a lo
largo del litoral latinoamericano y caribe entregaban informes sobre la
costumbre de fumar el tabaco, otros informaban sobre como se fumaban cigarros
en la costa del Brasil. Aquí, en algún momento durante el año 1555, el fraile
franciscano André Thevet (1928 [1557]) hizo contacto con los indígenas
Tupinamba y los encontró haciendo uso de cigarros para aplacar el hambre y la
sed y para las deliberaciones en concejos.
Su informe, así como información similar entregada por el
alemán Hans von Staden (1557), fue confirmada en sus partes esenciales varios
años más tarde por Jean de Léry (1951 [1578]) quien, además del uso de fumar,
presenció una segunda modalidad del tabaco entre los Tupinamba, el soplar
ritual del tabaco. Usando una caña de 1.30 a 1.5 metros de largo, los jefes
soplaban el humo del tabaco sobre las cabezas y las caras de los bailarines que
participaban en una danza guerrera, con la intención de traspasarles el
“espíritu y fortaleza” requeridos para derrotar a los enemigos. Las cañas
pueden también haber servido a los Tupinamba como pipas tubulares. En todo
caso, las pipas curvas son definitivamente una invención de Norte América, ya
que en algún momento entre 1535 o 1536, Jacques Cartier (1545) las encontró en
uso temprano entre los iroqueses de Hochelaga (Montreal).
Otro método de consumo del tabaco puede haber sido dado a
conocer en fecha muy temprana por Oviedo (1851-1855 [1549]) por los Taíno de
las Antillas Mayores, quienes supuestamente usaban un tubo bifurcado, “como de
un palmo de longitud y menos grueso que el dedo más delgado”, por el cual
inhalaban humo de tabaco. Digo que es probable que así haya sido porque un tubo
bifurcado de este tipo fue primeramente mencionado por Colón como inhalador de
rapé psicotrópico. También, el fraile catalán Ramón Pané, en la primera
etnografía escrita (1497) y publicada (1511) sobre cualquier población
americana, se refiere a un tubo similar usado por esos mismos indios, no para
fumar sino para la inhalación de un rapé psicotrópico llamado chohobba o
chohuba (cohoba) (Anghiera 1912). Algunos estudiosos piensan que la cohoba ha
sido la Anadenanthera peregrina (L.) Speg (Safford 1916)(6), aunque los
Winikina-Warao del delta del Orinoco todavía emplean cohoba como término para
el tabaco ritual.
Así, el tubo bifurcado que Colón y Pané mencionaron como
insuflador de rapé de cohoba y que Oviedo documentó como inhalador de humo de
tabaco, puede haber sido usado por los Taíno para ambos propósitos. Puede haber
servido también para insuflar polvo de tabaco, pero esto permanece incierto. En
todo caso, ambos polvos, puro o mezclado, son, como lo ha sugerido S. A.
Dickson y P.H.O’Neil (1958-1969), 1:19) capaces de producir los estados de
intoxicación aguda mencionados por Oviedo. Esto sería también válido si el tubo
hubiera sido usado para la inhalación de humo de tabaco, especialmente si el
tabaco usado es el Nicotiana rustica, especie más fuerte plantada en los
cultivos amerindios desde Chile hasta Quebec mucho antes que Cuba se hiciera
famosa con su más suave N. tabacum (Sauer 1966:56).
Finalmente, entre los más tempranos informes sobre el tabaco
en el Nuevo Mundo está uno de Américo Vespucio (en Waldseemüller 1907:126-127),
quien menciona lo que parece haber sido masticación de tabaco con cal que
observó en cierta isla costera cerca de Sudamérica; esta isla ha sido
distintamente identificada con la isla Margarita, la península Guajira, la
península Paria, e incluso la isla Marajó en la boca del Amazonas. Vespucio
tampoco identificó la planta que los indígenas mascaban; por lo tanto es
posible que la planta en cuestión haya sido otra, específicamente coca. Como
lo ha indicado T. Plowman (1979:198), “la costumbre de mascar las hojas enteras
de coca con cal… estaba repartida por toda la costa caribe de América del Sur a
la llegada de los europeos y persiste aquí hasta hoy”.
Aun así, el mascar polvo de tabaco con cenizas de concha
pulverizada era común entre los caribes de las Antillas Menores y la zona
continental del nordeste en la época del primer contacto. Por lo tanto, como en
el caso de la insuflación temprana de tabaco, la evidencia de la masticación de
tabaco previa al primer contacto permanece ambigua. La documentación existente
puede que se refiera a la masticación de coca o tabaco, pero también puede
indicar la práctica de la masticación de una mezcla de ambas substancias.
En breve, en el curso de las primeras décadas luego del
encuentro inicial, los europeos se habían enterado de varias diferentes maneras
de ingerir tabaco: fumar cigarros, inhalación nasal del humo, soplar del humo y
posiblemente inhalación de rapé y masticación. Muchos exploradores habían
aprendido que el tabaco creaba hábito y tenía múltiples funciones, aunque los
europeos mayormente no supieron dar cuenta de porqué los amerindios lo
consideraban sagrado. Sin embargo, ya se sabía que la planta era de efecto
variable (bifásico): en dosis menores el tabaco servía como estimulante,
inhibidor del hambre y la sed y analgésico; en dosis mayores produce estados de
conciencia alterados. Para fines sociales los productos del tabaco eran
consumidos para sellar una amistad, en asambleas y concejos de guerra, en
bailes y para fortalecer a los guerreros. Se lo ingería para predecir el buen
tiempo o la buena pesca, la siembra, la tala de árboles o un cortejo bien
logrado. Con fines espirituales, el tabaco facilitaba la búsqueda visionaria y
la consulta a los espíritus, introducía el trance shamánico y ayudaba en la
psicoterapia. Toda esta información temprana entregada por cronistas,
misioneros, soldados, viajeros y estudiosos fue ampliamente confirmada y
elaborada por posteriores informes etnográficos de las épocas colonial y
moderna.
En este punto, y antes de entrar en el detalle de los
diferentes métodos tradicionales usados en el consumo del tabaco, debo hacer
notar que lo que sigue ha sido extraído de cientos de fuentes bibliográficas
que abarcan quinientos años de etnografía sudamericana (Wilbert 1987:xv). Por
lo tanto, hacer plena justicia a la referencia histórica de cada una de las
fuentes necesitaría alternar los tiempos presente y pasado, resultando en un
escrito quizás confuso. Para evitar esto he usado mayormente en este capítulo
lo que se suele llamar el presente etnográfico, sin considerar si una cierta
costumbre relacionada con el tabaco aun persiste, ha cambiado o acaso se ha
terminado. Aunque este recurso estilístico transmite una impresión de
constancia, los métodos del uso tradicional del tabaco han sufrido
considerables cambios. Así, por ejemplo, aunque las costumbres religiosas y
medicinales relativas a esta planta aun persisten en varias sociedades, se ha
generalizado el consumo del tabaco por motivos seculares y a menudo existe lado
a lado con prácticas tradicionales del shamanismo relacionadas con el tabaco
dentro del mismo grupo. Aún así, muchas de las prácticas tradicionales
descritas abajo tienen como su fin último el trance extático en el que los
shamanes se sienten viajando o proyectando sus almas al Otro Mundo.
Métodos Empleados en el Uso Tradicional del Tabaco
En términos de los métodos en el uso tradicional del tabaco
por los indígenas de América del Sur, hay tres aspectos que sobresalen como
característicos:
Excepto la inyección intravenosa, los indígenas de
Sudamérica usan el tabaco a través de todos los medios humanamente posibles
(gastrointestinal, respiratorio o percutáneo) y en una gran variedad de formas.
El tabaco es mascado, es tomado como jugo o como jarabe, se lame la pasta, se
emplean supositorios y edemas, se aspira como polvo rapé, se aspira el humo del
tabaco y se aplican productos del tabaco sobre la piel y en los ojos.
Métodos de ingestión del tabaco
1. Vía gastrointestinal
Tabaco masticado.
El mascar, o más precisamente, el chupar trozos de tabaco
tiene una amplia distribución en América del Sur y las Indias Occidentales.
Ocurre en las Antillas Menores y en Venezuela oriental y se extiende desde el
noroeste de Colombia y el Amazonas superior esporádicamente a través de
localidades desde la Montaña hasta el Gran Chaco. En instancias aisladas se
encuentra también en Brasil del este. El mascar tabaco en América del Norte se
practicaba principalmente por los indígenas de la costa del noroeste, entre
quienes el tabaco puede haber sido introducido por comerciantes rusos.
Los indígenas preparan el tabaco en rollos de unos diez
centímetros de largo, con tabaco verde, a veces esparciendo ceniza o sal sobre
las hojas mojadas y mezclándolas con ciertas clases de tierra o miel. También
se suele hacer una mezcla de las hojas de tabaco finamente machacadas con
tierra conteniendo nitro logrando una masa de la que se hacen tabletas de
tabaco. Similares tabletas se obtienen simplemente mezclando hojas machacadas
con ceniza y mojando el polvo con agua para producir una suave pasta. Los
indígenas de la Guayana cuecen con hojas de tabaco frescas una tortilla del
porte de una rueda de carro y de dos centímetros de grueso sobre una parrilla a
fuego lento. Durante el proceso la tortilla es rociada con sal y un sustituto
que se obtiene del oulin (Mourera fluviatilis Aubl.), una planta podostemácea
que crece en rocas sumergidas bajo caídas de agua o en salientes. La tortilla
es cortada en trozos y lonjas que se guardan en zapallo de aperturas
pequeñas. Otros aditivos a estas mezclas para mascar que no sean sal y sus
sustitutos incluyen entre varios otros cal obtenida de cáscaras de moluscos, resina de caraña, En Ecuador se las conoce con el nombre de huanglias consistentes en hojas de tabaco verdes aplastadas y unidas con mesclas naturales que especialmente estan presentes en la parte sur del pais y estas tienen una mescla con miel de moroja (avispas) y miel de aveja, y a la vez que se mastia se puede también picar y fumar a modo de cigarro.
(Protium heptaphyllum March.), chile (Capsicum fructescens L.
Willd.) y hierbas medicinales, tales como cáscara de rosa amarilla, una planta
emenagoga.
El masticar tabaco ocurre frecuentemente con otros métodos
de ingestión tales como el fumar y el sorber por la nariz. También a veces el
tabaco fue observado siendo mascado junto con coca (Erythroxylum). Chicas,
rollos o bolas de tabaco son llevadas por el usuario en la mejilla o en el
labio inferior durante prologados periodos de tiempo; la aplicación debajo de
la lengua no ha sido reportada. A diferencia de la coca y betel (Piper betle),
la nicotina no requiere agentes alcalinizantes para su liberación, aunque estas
sustancias aceleran e intensifican la acción de la droga al aumentar la
salivación (Hammilton 1957). La nicotina es fácilmente mezclable con las
secreciones salivares y el transporte de la solución se efectúa rápidamente.
También, la alcalinización del ambiente bucal prepara esa zona para una óptima
absorción (Bray y Dollery 1983:274). Como se ha mencionado, los amerindios
succionan más que mascan el tabaco y tragan, no escupen, los jugos que van
saliendo poco a poco.
Se considera generalmente la extensa distribución del área
en que el tabaco es mascado como una indicación de la gran antigüedad de este
método de consumo (Zerries 1964:99-100). Además, considerando lo natural que
viene a ser el mascar el tabaco, uno tiende a concordar con estudiosos como
Sauer (1969:48) cuando afirma que el mascar y beber representan las formas más
antiguas de ingestión del tabaco. Con fluctuaciones periódicas, el tabaco ha
encontrado amplia aceptación entre sociedades no amerindias.
Tabaco bebido.
La distribución de la costumbre de beber el jugo del tabaco
es similar a la de la masticación excepto que está ausente del Gran Chaco. La
mayoría de las tribus de la Gran Guyana beben el jugo del tabaco, así como un
número considerable de grupos del Amazonas superior y la montaña de Ecuador y
Perú. Algunos casos aislados de la práctica se han reportado también de la zona
costera del noroeste de Venezuela, el noroeste de Colombia y en lugares
dispersos en Bolivia y Brasil.
En la zona de distribución, el jugo de tabaco
es a menudo una simple infusión de las hojas enteras o molidas mezcladas con
agua. Las hojas remojadas o cocidas son estiradas y comprimidas a mano. Algunas
tribus añaden a la mezcla sal o la ya mencionada ceniza de oulin, Otro materiales
botánicos no identificados usados como ingredientes por las tribus de la
Guayana incluyen ayung, una corteza emética, quinquina, una savia de árbol.
Asimismo, las tribus del Alto Amazonas y la Montaña remojan, comprimen y
revuelven las hojas de tabaco en agua, aunque a menudo no enteras ni molidas
sino trozadas y masticadas. En esta zona occidental de distribución, sin
embargo, los indígenas no parecen añadir sal o ceniza a su jugo de tabaco,
aunque si ocasionalmente chiles (Capsicum sp.). El cocimiento en agua de hojas
de tabaco ocurre también aquí más a menudo que en la Guayana, aunque el
cocimiento no es llevado al punto en que el jugo desaparece como ocurre en la
producción de la pasta ambil (que aquí se discute) sino que se lo deja
suficientemente viscoso para poder beber el producto.
En toda la zona de distribución donde el tabaco es bebido,
esto se hace a menudo conjuntamente con otros métodos de consumo del tabaco y
consumo de bebidas alcohólicas. Varias sustancias alucinógenas o psicotrópicas
pueden ser consumidas juntamente con el tabaco; ejemplos son ayahuasca
(Banisteropsis caapi), coca (Erythroxylum), daturas (Brugmansia aurea Lagerh.;
huanto, Brugmansia sp.; maikua, Brugmansia sp.) rapé parica (Virola
calophylloidea Marcgraf), y takini látex (Helicostylis tomentosa [Poepp.&
Endl.] Macbride o H. pedunculata Benoist).(8)
El jugo de tabaco es bebido por vía oral o nasal, usando las
manos o calabazas. En algunos casos el concentrado es lanzado como un chorro
directamente de la boca de uno a otro. Fuera de América del Sur, el beber
tabaco ha tenido poca aceptación como modo de consumir tabaco.
Tabaco lamido.
El lamer tabaco tiene limitada distribución en América del
Sur. Se le encuentra entre tribus del extremo septentrional de los Andes, en
Colombia y Venezuela, ciertos lugares del noroeste amazónico y en algunos pocos
lugares de la zona de la Montaña.
El detalle de esta costumbre es muy similar a la
masticación. Sin embargo, en vez de succionar un trozo de hojas de tabaco o una
tableta de pasta, aquí se chupa un extracto de jarabe o jalea conocido como
ambil. En la Sierra Nevada de Santa Marta de Colombia, los indígenas preparan
una gelatina gruesa y negra por medio de una cocción de hojas de tabaco que
dura horas e incluso días. El producto es espesado aún más añadiendo almidón de
mandioca (Manihot esculenta Crantz) o de arrurruz (Maranta arundinacea L.). Las
tribus en Venezuela al este del lago Maracaibo solían mezclar urao, un
sesquicarbonato de soda, en su ambil, logrando una mezcla conocida como chimó
(Kamen-Kaye 1971:43). Sal o cenizas alcalinas son usadas por tribus de la zona
de la Montaña como parte de su receta para el ambil. Las hojas bien verdes de
la parte inferior de la planta de tabaco son seleccionadas para ser cocidas
sobre un fuego lento. Al mismo tiempo, son obtenidas sales por ciertas tribus
por medio de la evaporación de agua que ha sido vertida y percolada a través de
las cenizas de partes de un voluminoso árbol del género Lecythis, los brotes de
Bactris y las hojas de palmeras Chamaedorea. En otros grupos las cenizas son
logradas simplemente quemando y cerniendo cáscara de cacao rojo, cáscaras de
bananos verdes y vainas de yoco (Paullinia yoco Schultes & Killip). Las
sales se revuelven para hacer el ambil antes de que se concentre en un grueso
jarabe o pasta (Schultes 1945:20-21). El chile (Capsicum sp.) también es
mencionado como ingrediente del ambil, así como las semillas de aguacate
(Persea americana L.), azúcar tosca, tapioca o jugo de mandioca, así como el ya
mencionado almidón de mandioca. La pasta es guardada de diversas maneras,
envuelta en hojas, tubos de bambú, cáscaras de nueces, pequeños cántaros y en
la actualidad, botellas de vidrio y tarros de lata. Bien guardado, el ambil se
conserva durante varios meses antes de que deba ser reemplazado por uno más
fresco.
El ambil es puesto en la boca sumergiendo un dedo o
extrayendo una pequeña cantidad con una espátula o uña del dedo y frotándola
sobre los dientes, las encías, o la lengua. Aunque se consume solo, el ambil es
a veces ingerido simultáneamente con otros productos del tabaco. Algunas tribus
de la Montaña los lamen en conjunto con la coca (Erythroxylum), ayahuasca
(Banisteropsis caapi) y posiblemente otros alucinógenos.
2. Vía respiratoria
Absorción nasal.
Rapés psicotrópicos son conocidos en forma esporádica en
diferentes partes de América Central y Norte (Bourne 1907:312, 313, 324, 328)
pero especialmente en América del Sur y las Indias Occidentales. Desde los días
de la observación de Pané (1974 [1511]) respecto al rapé de chohobba (cohoba)
entre los Taíno de las Antillas Menores, los polvos han sido vistos en
preparación entre los indígenas del continente meridional a partir de las
judías de Anadenanthera, de hojas de coca (Erythroxylum), de Virola spp.,
resina y una variedad de nicotianas. No se sabe bien aún cual es la base
botánica de varios rapés menos conocidos del Nuevo Mundo (Schultes 1977:43-44;
1978:231-232), pero la absorción nasal de intoxicantes está bien repartida en
América del Sur. De hecho, algunos creen que se trata de una forma peculiar de
administrar la droga que se difundió al Viejo Mundo, junto con el tabaco, en la
era postcolombina (Schultes 1967:292, 302-305).
Las fuentes etnográficas documentan al tabaco como una
fuente relativamente común de rapé entre los indígenas de América del Sur. En
el subcontinente sus cinco focos de distribución son el Orinoco medio y
superior, el noroeste del Amazonas, la Montaña – Río Purus, el Guaporé, y la
zona andina. Otros casos son mayormente periféricos respecto a esta zona de
distribución principalmente del norte y noroeste.
En la preparación del rapé, las hojas de la planta son
secadas al viento o al sol, sobre un fuego o sobre una olla colocada boca abajo
sobre brasas ardientes. Las hojas secas son machacadas, pulverizadas y a menudo
cernidas. Cáscaras de nueces y ollas pueden servir como morteros. El rapé de
tabaco es guardado en recipientes hechos de bambú, calabazas o concha de
moluscos.
Los polvos psicotrópicos, incluyendo el rapé de tabaco,
pueden ser aspirados directamente de la mano o de una hoja. Más frecuentemente
sin embargo son ingeridos por medio de tubos de absorción nasal, simples o
dobles, ramificados o angulares, hechos de caña o huesos perforados.
Los tubos de absorción nasal, simples y relativamente
cortos, son usados como inhaladores de autoconsumo. Como se ha mencionado
previamente, el ejemplo más temprano en América del Sur es el inhalador de
hueso de pájaro que Junius Bird encontró junto a una caja de rapé de hueso de
ballena, en el sitio preagrario de Huaca Prieta, en la costa del Perú, fechado
hacia el 1600 A.C. Estos implementos se usaban presumiblemente para la willka
(Anadenanthera colubrina)(9), no para tabaco en polvo. Cuando se usan como
inhaladores tubos de un metro o más de largo, la intoxicación requiere de dos
personas; uno sopla con fuerza el polvo dentro de las narices del otro. Esta
forma de administración ha sido bien documentada, por ejemplo, por escrito y en
films, entre los yanomamö de Venezuela. Sin embargo, ellos también preparan su
polvo intoxicante no de tabaco sino de la corteza interior del árbol Virola. En
algunos de estos largos inhaladores, el extremo receptor recibe piezas nasales
cónicas, lisas o talladas.
Los tubos dobles de absorción nasal miden unos veinte
centímetros de largo y comúnmente exhiben en el extremo próximo una pieza nasal
hecha de alguna nuez redonda y perforada o de un anillo de cera bulboso, para
facilitar la aplicación a las narices. El rapé es absorbido desde la palma de
la mano del usuario a través de inhaladores dobles.
Los tubos bifurcados tienen forma de Y, y son relativamente
cortos. Permiten la autoadministración de polvos por ambas fosas nasales simultáneamente.
Los tubos de inhalación angulares tienen forma de V; los
cortos son para autoadministración y los más largos, de unos 20-30 centímetros
son para administración mutua entre dos cooperantes. El rapé es colocado en el
extremo nasal del insuflador angular y soplado desde el extremo bucal con un
soplido brusco adentro de las fosas nasales del receptor.
El rapé de tabaco puede ser inhalado desde la superficie de
una pequeña tableta, pero las tabletas de inhalación comúnmente usadas en
conexión con polvos alucinógenos no han sido reportados específicamente en
conexión con la inhalación de tabaco. De hecho, el rapé de tabaco, es de
importancia secundaria en América del Sur, comparado con los polvos
alucinógenos, posiblemente porque los primeros contienen menos “fuerza
espiritual” que los segundos. Esto puede explicar porqué los accesorios para
rapé de tabaco son mucho más rústicos que la parafernalia artísticamente
elaborada usada por ejemplo en conexión con los polvos de parica o ebena.
También el tomar rapé de tabaco ha ganado aceptación amplia
en el mundo en general, aunque la práctica ha aumentado o disminuido según la
época a traves de los siglos.
Fumar.
La práctica de fumar es la más común de las formas de
consumo en la América del Sur indígena. Es particularmente común en la Guayana
mayor, el Alto Amazonas, la Montaña, los Yungas, Matto Grosso y el Gran Chaco.
Sin embargo también se informó sobre esta costumbre en muchas zonas intermedias
y periféricas como Colombia del norte y central, a lo largo del Amazonas medio
e inferior, la costa del Brasil, Patagonia y sur de Chile.
Los indígenas fuman tabaco en forma de cigarros, cigarrillos
y varias formas de pipas. El tabaco secado al sol o al viento es molido antes
de ser puesto en envoltorios de distintos tipos. A veces, hojas enteras de
tabaco o trozos de ellas son usados con este fin. Más frecuentemente los
indígenas usan hojas de distintas clases, estípulas de palma, hojas de banano y
hojas de maíz. Un envoltorio comúnmente usado en cigarros y cigarrillos es la
corteza interior blanquizca del árbol Couratari guianensis Aubl., de la familia
Lecythidaceae.
Para preparar un envoltorio de tauari perfectamente blanco y
sin sabor, la porción de corteza interior es separada del tronco, molida con
una maza y expuesta al aire por varias horas. El naturalista H. W. Bates
(1975:162) ha descrito cómo se puede obtener “sesenta, ochenta y a veces cien
capas del mismo trozo de corteza”. Los indígenas de la Guayana cortan un trozo
de dos o tres metros de largo y quince centímetros de ancho, preferiblemente de
la corteza negra del Couratari guianensis. Para separar las capas, un extremo
de la lonja golpeada con un palo y las láminas que se obtienen son atadas en
bulto para evitar que se vuelvan a enrollar. El bulto es luego secado al sol
(Ahlbrink 1931:475-477, 128). En forma similar, capas de la corteza interior
delgadas como el papel aptas como envoltorios de cigarrillos se obtienen de la
corteza de Sapucaia (kakareli [Lecythis ollaria Loefling]), un árbol del mismo
orden natural que Couratari (Im Thurn 1883:317; Roth 1916-1917:241).
Normalmente los hombres enrollan sus propios cigarros; en varias comunidades
indígenas sin embargo se supone que las mujeres deben hacer la tarea. También
prenden los cigarros y toman algunas chupadas ellas mismas antes de pasarlos a
los hombres. Generalmente, los envoltorios le añaden un sabor y un olor
peculiar al tabaco, y en algunas instancias se ha observado que las hojas que
recubren el tabaco aumentan el efecto narcótico del tabaco (Weyer 1959:114)
Para darle al cigarro o a la pipa un componente odorífero
particular, los indígenas de la Guayana o el Amazonas añaden distintas clases
de yerbas o la resina de Protium heptaphyllum, un árbol de la familia de la
mirra o Burseraceae. Conocida como caraña, la resina, dura, trasluciente y
blanquizca tiene un olor punzante, similar al franquincienso. El polvo o los
granos de caraña se mezclan con tabaco (o coca) para darle un sabor balsámico
pero no para aumentar o disminuir los efectos narcóticos (Schultes 1980:55). En
la Patagonia, raspaduras de calafate (Berberis sp.) se mezclan con el tabaco
para darle un sabor agrio y para que arda con un humo de acentuado color azul.
El fumar es a menudo acompañado de la ingestión de
alucinógenos tales como Banisteropsis caapi, Brunfelsia grandiflora, y Virola y
de bebidas psicoactivas tales como el yoco o la guaraná (Paullinina cupana
H.B.K. var. sorbilis [Mart.] Ducke) y casiri.
Los indígenas de América del Norte, con la excepción de los
Pueblos y algunas tribus en California, eran exclusivamente fumadores de pipa
(Linton 1924:14; Robicsek 1978:9-11). Pero a pesar de esta predominancia de la
pipa y el florecer de variaciones formales de las pipas en América del Norte,
el fumar pipa en América del Sur sí tiene una distribución considerable a
través del subcontinente. Aquí es practicado con pipas tubulares, monitor y
angulares hechas de paja, bambú, madera, cáscaras secas de fruta, hueso, greda
o piedra. El fumar en pipa prevalece en dos zonas focales; la región del
Marañón-Huallaga-Ucayali y el Gran Chaco. Más esporádicamente ocurre a lo largo
de la costa norte y el interior de la Guayana, a lo largo del Amazonas y en el
litoral del Brasil. Hacia el interior y al norte de la zona focal del Gran
Chaco, las pipas se presentan en Bolivia central y sur y en Araguaia inferior.
Al sur del Chaco las pipas se encuentran en Chile central y sur y en Patagonia.
Como en América del Norte, el fumar pipa es una costumbre de
origen prehistórico en América del Sur, y de las tres clases de pipas ya
mencionadas, la forma tubular es quizás la más antigua. Se la encuentra en
América Central y del Norte y su centro de distribución en el subcontinente se
encuentra en el Gran Chaco y Brasil central hasta la costa del Atlántico, así
como en Colombia y Suriname, un área de distribución tan amplia que corrobora
la afirmación de la gran antigüedad de esta pipa en el Nuevo Mundo.
La pipa monitor es poco común en América del Sur, se la
encuentra sólo entre los indígenas araucano-huilliche y los tehuelche de Chile
central y sur y Patagonia respectivamente.
Finalmente, la pipa angular es la más común en América del
Sur. Pipas probablemente previas al periodo de contacto son conocidas desde
sitios arqueológicos (Cooper 1949:527). La distribución moderna de la pipa
angular coincide con el área de distribución máxima indicada en el párrafo 6 de
esta sección. Las pipas angulares pueden ser de una pieza o de manufactura compuesta,
con un recipiente cónico-tubular y un tubo separable. Tipos característicos
incluyen la pipa con recipiente cónico que se encuentra en la zona de Montaña y
los tipos con recipiente cilíndrico o encordado como los hay en el Gran Chaco.
Las pipas del Chaco pueden ser también con formas y diseños antropomórficos y
zoomórficos, como se puede ver en abundantes ejemplos arqueológicos en
Venezuela, Ecuador, Perú, norte de Argentina y sur de Brasil (Cooper 1949:531).
Los indígenas de América del Sur usualmente fuman con
inhalaciones profundas o hiperventilación, pero raramente reteniendo una
bocanada de humo en la boca antes de expelerla o inhalarla. La inhalación es
descrita como absorbiendo el humo del cigarro hasta los pulmones con “profundas
aspiraciones”, “usando los pulmones como fuelles” (Huxley 1957:195). Cigarros
gigantes que miden casi un metro de largo y dos centímetros de ancho son
fumados con hiperventilación por los Warao en el Orinoco y por varias otras
sociedades tribales, tales como los indígenas del Vaupés. Este último cigarro,
de acuerdo al naturalista A. R. Wallace (1975:195, 206), “tiene ocho o diez
pulgadas de largo y una pulgada de diámetro, está hecho de tabaco molido y
secado, y encerrado en un cilindro hecho de una hoja grande torcida como una
espiral. Se coloca en un gran soporte bifurcado de dos pies de largo. Tiene un
extremo inferior aguzado, de modo que cuando no está en uso puede ser clavado
en el suelo”.
Un método peculiar de América del Sur de absorción
respiratoria de nicotina es el de inhalación de humo de tabaco que está
flotando libremente en la atmósfera. Como ya se ha mencionado, esto ocurría en
la costa este del Brasil, donde quienes practicaban la costumbre soplaban humo
de tabaco por cañas y cigarros de boca ancha sobre las cabezas y las caras de
guerreros que bailaban. Los hombres en esta misma sociedad también inhalan el
humo del tabaco que han quemado dentro de sonajas con forma de cabeza humana.
Los adultos entre los Cuna de Panamá usan humo de tabaco que es soplado sobre
sus caras desde un cigarro invertido, y los hombres jíbaro en Perú soplan el
humo de tabaco a través de largos tubos en la boca abierta de otra persona.
3. Administración percutánea
Aplicación sobre la piel.
La aplicación de productos de tabaco sobre la piel sana o
escoriada tiene una distribución muy extendida en la América del Sur indígena,
incluyendo la práctica de fumar y soplar el humo en forma general o dirigida;
de soplar escupida con jugo de tabaco, saliva mezclada con nicotina, y tabaco
en polvo; masajes con saliva; abluciones de jugo; rapé y envoltorios de hojas y
compresas. El uso del tabaco en este contexto sirve invariablemente a fines
terapéuticos.
Administración ocular.
El humo y jugo de tabaco son aplicados al ojo para que la nicotina
sea absorbido desde la conjuntiva de la superficie interior del párpado y la
parte frontera del globo ocular. El fin principal de esta aplicación es
mágico-religioso.
El Consumo de Grandes Cantidades de Tabaco
La finalidad principal del consumo tradicional de tabaco en
América del Sur fue, y lo sigue siendo a menudo, lograr rápidamente una
intoxicación aguda. Aun cuando el consumo social de tabaco en tiempos modernos
es entendido cada vez más como un mero disfrutar del efecto estimulante de la
droga, los indígenas tradicionales buscan principalmente el efecto tóxico y
organoléptico de la nicotina. En consecuencia, los observadores occidentales
suelen horrorizarse por las grandes cuantidades de tabaco que los indígenas
están dispuestos a ingerir.
En Guayana, por ejemplo, los shamanes hacen tomar a sus
estudiantes litros de jugo de tabaco para llevarles al verdadero límite de la
muerte. Varias tazas de la pulpa del tabaco son ingeridas en rápida sucesión, y
luego un gran tazón de tabaco líquido se introduce mediante un embudo en la
boca del candidato desmayado. Se cuenta en otras ocasiones, que principiantes
en ayuno y purgados huyen rápidamente – habiendo perdido la razón – al monte
donde permanecen varios días. Aquel que no logra vomitar parte del brebaje se
espera que entre en convulsiones, se enferme crónicamente o muera. Entre los
Tupinamba de Brasil se informa que a los principiantes fue ofrecido repetidas
veces y durante varios días jugo de tabaco mediante un embudo hasta que
desmayaron, vomitando sangre. De la misma manera, buscadores de visiones
Aguaruna en Ecuador toman enemas de tabaco para morir repetidas muertes.
Como voy a discutir más adelante, la finalidad de un estado
similar a la muerte en la forma de una detención transitoria de la respiración,
es el último fin de la iniciación y práctica del tabaco. Además del uso del
jugo del tabaco y de enemas para este fin, los shamanes Suramericanos son
conocidos por ingerir hasta cinco cigarros de 90 cms del largo (mientras que
simultáneamente mastican tabaco) en el curso de una sola sesión. Durante una
actuación nocturna completa, se vio a un shamán Yaruro de los llanos
venezolanos fumar 42 cigarrillos comerciales además de aproximadamente cien
cigarrillos domésticos. Asimismo, participantes en ciertos rituales y sesiones
de cura shamánica en Guaporé (Brasil) fueron observados haciendo docenas de
inhalaciones de tabaco en polvo durante el curso de tres horas; una fuente
fidedigna mencionó tantas dosis de rapé como sesenta en este contexto. Ejemplos
de este género de consumo elevado de tabaco son frecuentes en la literatura
etnográfica de América del Sur y son sintomáticos de los objetivos
mágico-religiosos del consumo de tabaco en el contexto nativo como contrario al
fin hedonista e indulgente del uso del tabaco en la sociedad occidental.
Finalidad Transcendental del Uso Nativo del Tabaco
En vista del carácter desagradable y la amenaza mortal
contra la salud que implica la praxis del uso del tabaco en América del Sur,
uno se pregunta por qué razón esta droga ha logrado una importancia tan grande
en la vida religiosa y ritual de los indígenas. Sin ninguna duda, el tabaco como
otras substancias psicotrópicas colectadas por los hombres ofrece una clase de
escape de las condiciones de vida y de la presión. La adicción a la nicotina
como también las consideraciones socioculturales han jugado papeles adicionales
al respecto. Más importante fue, que para mantener su credibilidad y
efectividad como agentes y curanderos religiosos, los shamanes tenían que
demostrar su poder espiritual para ellos mismos y para su comunidad en una base
de continuidad; el tabaco, debido a los efectos de la nicotina en el cuerpo
humano, les ayudaba a alcanzar esta meta.
Es esencial para aquellos shamanes que usan tabaco (como
para los shamanes en general) ser considerados y que ellos se consideren a si
mismos que están dotados de fuerzas sobrenaturales. Esta dualidad
natural-sobrenatural es lograda durante la iniciación cuando el principiante
muere como un ser humano natural y renace como una persona con fuerzas de otro
mundo. Ingiriendo cantidades más grandes de tabaco, los shamanes manifiestan un
estado de malestar por la nausea ocasionada por la nicotina como respiración
pesada, vómitos y postración. Progresivamente por medio de temblores,
convulsiones o ataques caen en agonía hasta que, en una narcosis aguda, sufren
una detención transitoria de la respiración y una muerte aparente, confirmada
por todos los testigos. La experiencia del maestro principiante es crucial para
el éxito de este cambio de su estado. Introduciendo literalmente una situación
de vida o muerte – medido en segundos de envenenamiento agudo – ellos dependen
del éxito de este cambio esencial referente al proceso normalmente acelerado de
la biotransformación de la nicotina en el cuerpo humano (Larson 1952:279;
Larson, Haag y Silvette 1961). Pero durante la iniciación de sus estudiantes como
también en el curso de sus propias vidas profesionales, están continuamente
arriesgando las condiciones farmacológicas subyacentes del bloqueo del impulso
de transmisión a los ganglios autónomos y del estímulo central. Nada puede
convencerles más de su estado perteneciente a otro mundo que la experiencia de
esa continua acción bifásica de la nicotina dentro de ellos mismos como un
viaje del alma fuera del cuerpo. En este sendero celestial han sido
enculturados para saber elegir en los cruces, abrir peligrosos pasajes, escapar
golpes mortales y enfrentar eventual desmembramiento, transformación en
esqueleto y renacimiento.
La ingestión de tabaco en ese proceso casi semi-perpetuo
hace que los shamanes sean conscientes de sus nuevos cuerpos. Como una consecuencia
de su pesado fumar, ellos y sus coetáneos, por ejemplo, observan el cambio de
sus voces que han sido ásperas y guturales ya que experimentan los típicos
síntomas de aflicción de “la garganta del fumador” (a smoker’s throat) por la
acción local de ciertos agentes químicos del tabaco (Stevenson 1933). Se espera
que los shamanes que mastican, fuman o beben tabaco desarrollen voces de un
tono característico, gutural y bajo, considerado como más apropiado que la voz
humana para el trato con sobrenaturales. Todos los shamanes experimentados han
sido conocidos por perder su voz. Para promover el logro de ese cambio de la
voz, a los shamanes les gustan mezclar resina de caraña (Protium heptaphyllum)
en su tabaco, no solamente para perfumar el humo sino también para cubrir sus
cuerdas vocales y así aumentar el efecto deseado.
La vista paranormal causada por la ingestión de nicotina es
un resultado especialmente importante del shamán lo que se nota primero durante
la iniciación y luego durante la praxis tabacalera. Durante las condiciones de
intoxicación avanzada de nicotina, la luz crepuscular (antes que la plena luz
del día) es preferida para la vista del shamán, permitién-dole a él o a ella
discernir animales en movimiento o a enemigos en la media luz (Menderhall
1930:408). Los síntomas de la ambliopía tabacalera (Larson, Haag y Silvette
1961:591-610), de la cual los shamanes generalmente sufren como consecuencia de
la intoxicación avanzada por el fumar (Hedges 1955), tomando rapé (Duke-Elder y
Scott 1971:146) y masticando (Meyerhof 1921) son totalmente impresionantes.
Esta condición permite al especialista no solamente ver en la obscuridad sino
también vivir en lo sombrío que es el resultado, ante todo, de la condición de
los cambios neurológicos en la retina y, solamente en forma secundaria (si el
consumo de tabaco no ha sido refrenado) por daño del nervio óptico. En
consecuencia, la ambliopía tabacalera es reversible mediante la abstención de
nicotina de modo que el shamán puede entrar o dejar la obscuridad del Otro
Mundo según quiera. En suma, la nicotina es experimentada por los shamanes como
una droga que cambia la vista y cambia la visión, permitiéndoles ver lo que se
oculta y el futuro, una capacidad que les facilita actuar como videntes,
profetas e interpretadores de sueños.
Los shamanes son a menudo considerados como maestros de
fuego y haber alcanzado insensibilidad del calor por haber asimilado el calor
mágico de su cigarro sagrado. Ingerida la nicotina, aumenta la transpiración y
la liberación de norepinefrina produciendo una caída de la temperatura en la
piel que puede ayudarles en la realización de actos desafiantes hacia el calor
tales como apagar un cigarro contra sus cuerpos desnudos, caminar sobre brazas
vivas o tragar ascuas.
Los indígenas de América del Sur consideran el tabaco como
una comida y en algunas sociedades, los shamanes son llamados “los que comen
tabaco”. Hay un reconocimiento general de la similitud entre la ingestión de
comida natural y la comida de productos de tabaco. Como causas de esta relación
podemos enumerar varios efectos de la nicotina en el tracto gastro-intestinal
en razón del estímulo parasimpático. Como en el caso de la comida, el tabaco
(nicotina) tiende a disminuir o hasta quitar el dolor o las contracciones del estómago
por el hambre (Daniélopolu, Simici y Dimitriu 1925), que en a turno son
causadas por estímulo del nervio sensorial que termina en la boca y en el
estómago mucoso (Carlson y Lewis 1914). El deseo de comer es también frenado
por el efecto calmante de la nicotina referente a los órganos del gusto (Martí
y Matasaru 1964) como también por niveles más altos del azúcar sanguínea, lo
que estimula el hígado a liberar los carbohidratos almacenados (Wachholder
1948). La nicotina puede funcionar, además de sus efectos parasimpáticos, como
un freno para el apetito por acción directa o indirecta en el hipotálamo
(Walker 1953). Y la liberación de epinefrina, activada por la nicotina, reduce
el hambre porque su acción excita el sistema nervioso central. Por tanto, la
ingestión de nicotina como la ingestión de comida mitiga los sentimientos de
hambre, tal como la cesación del consumo de nicotina y la abstención de comida
re-introduce el persistente quejido del estómago y los sentimientos de vacío
(Chessick 1964).
El uso del tabaco como un agente anorético ha sido
mencionado referente a los indígenas de América del Sur desde los más tempranos
hasta los más recientes tiempos históricos. Los shamanes anhelan el tabaco como
la gente en general anhela comida cuando tienen hambre. Podemos imaginarnos
aquel deseo del shamán al llegar a esta esfera sobrenatural en la cual los
espíritus, según se imagina, consumen tabaco como un plato apropiado. De
América del Sur a los montes de Norte América, los shamanes han dado de comer a
los Grandes Espíritus la comida de tabaco a la que no tienen acceso en el mundo
espiritual. Totalmente conscientes del poder coercitivo de la droga, han
aprovechado el tabaco como un bien negociable atractiva para obtener favores de
arriba.
Universalmente se espera que los shamanes sean curanderos.
Desde el tiempo de su comienzo, el aliento del shamán se considera estar dotado
de cualidades sobrenaturales y su técnica terapéutica más usada es la de soplar
sobre la parte afectada del cuerpo de los pacientes. El humo de tabaco
manifiesta, por lo demás, dramáticamente su invisible neuma que confiere vida y
los shamanes soplan espesas nubes de humo sobre los pacientes. Estos capturan
el humo bajo sus manos ahuecadas para detenerlo sobre la parte dolida del cuerpo;
lo dirigen sobre heridas abiertas, lo soplan en la cara del paciente, ojos,
nariz y boca y dando masajes al paciente por períodos prolongados. El humo es
también administrado al hueco de un diente y a la herida abierta después de una
extracción dental. El paciente fumigado experimenta una reducción del dolor y
de la fiebre y se siente, en algunos casos, curado.
Como ya fue señalado, además de fumar, los shamanes soplan
saliva con nicotina, tabaco en polvo y jugo en los pacientes. Administran
masajes con saliva, lavamientos con jugo, y rapé y envoltorios de hojas de
tabaco y compresas – es decir, técnicas terapéuticas que envuelven la
administración de la nicotina por las vías respiratorias, gastrointestinales y
dentales y que administra la nicotina en dosis suficientemente grandes para que
sea local- y sistemáticamente efectiva.
La aplicación del tabaco a heridas abiertas, mordeduras o
picaduras no presentan problemas mayores siendo que la nicotina alcanza los
tejidos expuestos subcutáneos no cubiertos por barreras epidérmicas. La
aplicación de tabaco en líquido, polvo o envoltorios en la piel sana es
propicia para la absorción de la nicotina. La administración del humo del
tabaco a la piel escoriada es menos efectiva pero la nicotina en forma de humo es
retenida por medio de transpiración en el cuerpo del paciente. Los medios de la
nicotina en forma de soluciones, tales como saliva e infusiones, pueden ser
aplicados con mayor intensidad que el humo y son altamente efectivos,
especialmente porque la dosis terapéutica de la decocción es tan baja como 1
por ciento para las abluciones (Gutiérrez Muro 1934).
Aun más efectivas que el humo y las abluciones son las
aplicaciones de envoltorios de tabaco en polvo y hojas mojadas. Los envoltorios
de rapé han mostrado durante mucho tiempo que tienen efectos analgéticos
(Somervail 1839). Los envoltorios de hojas de tabaco liberan suficiente
nicotina localmente como para causar un envenenamiento relativamente agudo
(Weizenecker y Deal 1970). Los tapones de tabaco verde o las bolitas de algodón
cargados de nicotina depositados en el hueco de un diente funcionan como un
preparado de efecto liberador sostenido y administra suficiente nicotina in
situ, en forma adecuada y durante un período suficiente para servir como analgésico
y potencialmente para ocasionar una intoxicación más severa (Chapman 1880). La
absorción de alcaloides aun en cantidades pequeñas, estimula, sin embargo,
favorablemente la liberación simpática de norepinephrine de los tejidos de la
piel con efecto local, y la consecuente baja de la temperatura de la piel tiene
un efecto calmante en el paciente y puede por un tiempo liberarle/la de su
dolor.
Resumiendo, debo quizás, señalar que los shamanes son
protectores combativos de sus sociedades. Soplan humo de tabaco y saliva contra
enemigos de la atmósfera tales como tempestades, relámpagos y contra un
ejército de adversarios que amenazan la existencia humana. En muchas sociedades
ejercen su poder en forma de agresivos jaguares (were-jaguares), una manera de posibles
cambios de la aparición, cosa que logran con la ayuda de ingestión de tabaco.
Para activar sus agresiones, la nicotina provoca primero un número de cambios
físicos, incluyendo visiones nocturnas como la de un jaguar, una voz profunda y
ronca, una lengua áspera y un cuerpo que huele mal. En segundo lugar, las
fibras colinérgicas pregangliónicas del sistema nervioso simpático estimulan
las médulas de adrenalina a descargar las hormonas estimulantes epinefrina y
norepinefrina, movilizando el cuerpo del shamán para reacciones de emergencia
(Schievelbein and Werde 1967:82). En tercer lugar, el despertamiento general
causado por la nicotina es interpretado por el shamán, adecuadamente
enculturado – que generalmente tiene una relación especial con el jaguar, como
específico a los hombres del jaguar – de ser expresado como furia, enemistad y
agresividad sexual. Por lo tanto, los cambios fisiológicos mediados por la
nicotina como también el despertamiento y liberación de epinephrine y sus
concomitantes cambios emocionales y fisiológicos y con la apropiada condición
enculturada, permite a los shamanes manifestar el característico comportamiento
de un jaguar y experimentar un sentimiento esencial del “ser jaguar”
(jaguarness) que confirma el status y papel del shamán.
Lo que resulta claro mediante estos ejemplos es que los
indígenas americanos usaban el tabaco como una droga que confirma la vida, es
decir, que ordena la vida. Las creencias shamanísticas de los no-practicantes
del uso del tabaco de los cazadores Paleo-indios, el alto valor que depositaban
en el trance extático y las experiencias especiales y atributos adscritas al
shamán como especialista en lo sagrado, todo proveyó un fondo de ecos de
valores al cual tabaco-shamanes de los Neo-indios agroculturales podían
proyectar la experiencia de su droga con una compatibilidad notable.
Contrariamente, la escena moderna de la droga, privada del derecho a
representación del ambiente cultural, es a menudo carente de valores
transcendentales de modo que escenarios de pseudoimaginación tienen que ser
evocados (a manera de publicidad) para hacer el uso del tabaco aceptado, basado
únicamente en fundamentos hedonísticos.
Johannes Wilbert es profesor emeritus de antropología y el
ex-director del Centro Latinoamericano de la Universidad de California en Los
Angeles.
Imagenes Realizadas Por TAITA CANA
Edicion TAITA CANA
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